Asfixia empresarial
La banca debe restablecer el flujo crediticioen lugar de debatir el origen de la crisis
La financiación de las empresas y las familias se está convirtiendo en un debate muy poco matizado en el que aparecen dos posiciones claramente antagónicas. Una encuesta realizada por las Cámaras de Comercio reveló ayer que cuatro de cada cinco pequeñas y medianas empresas que en los últimos tres meses han solicitado financiación a entidades financieras han tenido problemas en la concesión de los créditos, y que el 17% de las peticiones han sido rechazadas. La encuesta avala la tesis de que bancos y cajas de ahorros, preocupados por la situación de sus balances, han restringido indiscriminadamente el crédito y están asfixiando financieramente a empresas solventes. Bancos y cajas arguyen que el hundimiento de los préstamos se debe a la recesión, que ha reducido la demanda de créditos, y que la defensa del negocio bancario exige que se apliquen con rigor la petición de garantías a los solicitantes; y esgrimen la subida de la morosidad como pieza de convicción para justificar ese endurecimiento de las garantías para obtener financiación.
Los argumentos de la banca no resisten la confrontación con los hechos. Es verdad que la crisis ha deteriorado la solvencia de algunos negocios, que ahora ya no pueden aspirar a créditos rápidos y baratos. Pero lo que está en discusión es si el sistema financiero ha cerrado indiscriminadamente el grifo del crédito, a pesar de los esfuerzos del Gobierno en forma de subastas, avales y promesa de recapitalización (si fuera necesaria), convirtiéndose en causa indirecta de destrucción de empleo. Los temores por la morosidad están justificados en teoría, pero hasta ahora todas las entidades sostienen que el nivel actual de impagados es asumible por el sistema. No es de recibo que bancos y cajas, que a comienzos de la crisis se escudaban en el colapso del interbancario para explicar su cicatería crediticia, busquen ahora más pretextos para no filtrar hacia la economía real al menos una parte de la liquidez que han obtenido con la mediación del sector público.
En pleno hundimiento del empleo, con muchas empresas estranguladas por la falta de liquidez, sobran los debates necesarios e impertinentes sobre si fue primero la recesión antes de la crisis financiera, como suscitó el presidente de la patronal bancaria (AEB), Miguel Martín, o al revés; y están de más las declaraciones sobre si el Gobierno pierde o no la paciencia con la banca, como dice el ministro de Industria, Miguel Sebastián. Lo imprescindible es que, con las cautelas necesarias para defender sus balances, bancos y cajas restablezcan el crédito para las empresas viables y saber qué es lo que está dispuesto a hacer el Gobierno para que esto suceda.
El cruce de estocadas entre las trivialidades metafísicas de la AEB con las impaciencias del ministro sólo demuestran el desorden de la política económica, huérfana de dirección política y de autoridad indiscutida. Esta crisis necesita, además de ideas, una capacidad de gestión que hasta ahora brilla por su ausencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.