Eluana encuentra una clínica para morir
Eluana Englaro está ingresada desde el amanecer de ayer en la clínica La Quiete (La Calma) de Udine. En dos o tres días, los médicos empezarán a suspender la alimentación e hidratación que la mantiene en estado vegetativo desde hace 17 años. La muerte de la mujer, de 37 años, debería suceder por paro cardiaco en un máximo de tres semanas, según explicaron los médicos que se han ofrecido voluntarios para cumplir la sentencia del Tribunal Supremo.
La reacción del Vaticano osciló entre el escándalo y la conmoción. El cardenal Javier Lozano Barragán dijo que la muerte de Eluana "es un abominable asesinato". Para el ministro de Sanidad de la Santa Sede, "quitar agua y comida a una persona significa una cosa: matarla deliberadamente". El cardenal pidió al Gobierno que "detenga la mano asesina".
La Conferencia Episcopal Italiana (CEI) también entró de lleno en el debate. A juicio de la CEI, la suspensión de la alimentación artificial es un acto de eutanasia.
Tanto el Gobierno como la oposición encajaron el traslado de Eluana a la tierra natal de su padre con división de opiniones y un silencio significativo. El primer ministro, Silvio Berlusconi, se abstuvo de hacer comentarios. Según fuentes de su entorno, Berlusconi es "personalmente" partidario de respetar la decisión de la familia.
Gianfranco Fini, presidente de la Cámara de Diputados, fue la voz más valiente del coro conservador. "Envidio a quienes tienen certezas sobre el caso Englaro", dijo. "Personalmente sólo tengo dudas, una sobre todas: ¿dónde está el límite entre un ser vivo y un vegetal? Creo que sólo los padres de Eluana tienen derecho a dar la respuesta. Y advierto del deber de respetarla".
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