Diez años de Chávez
Recién cumplidos 10 años de mandato, el presidente Hugo Chávez afrontará el día 15 un referéndum constitucional para seguir postulándose en 2012, y periodos sucesivos. En esa década, Venezuela ha pasado de actor de segundo orden a ocupar un lugar de gran visibilidad en el concierto internacional y el propio Chávez, como líder de un sistema que llama socialista y bolivariano, le disputa al presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, la dirección de la izquierda en América Latina.
Esa première mundial de Venezuela se sustenta en dos pilares: un presidente de contagioso histrionismo, que combate la pobreza de su pueblo y ha sabido hacerse enormemente atractivo a una parte del mismo, y, mientras duró, en el alza de los precios del petróleo del que el país es gran productor. Tras un primer referéndum, que ya perdió sobre la reelección, si volviera a ser derrotado, tendría una tercera oportunidad de consulta, esta vez a petición de la ciudadanía. Y eso parece difícil de justificar.
Venezuela no es una dictadura, pero las libertades públicas se encogen de hecho
Venezuela no es una dictadura, pero las libertades públicas se encogen de hecho; la prensa es muy crítica del Gobierno, pero el poder favorece toscamente a quienes le tratan bien, con lo que las voces críticas se atenúan. Así, con el talante de un niño caprichoso, niega a periódicos de oposición informaciones tan baladíes como el itinerario del próximo viaje de Chávez; y con los medios audiovisuales ocurre algo parecido como consecuencia de un sistema de concesiones con fecha de caducidad, de forma que al poder le basta con no renovar las licencias si no le place el comportamiento de las emisoras; las elecciones celebradas bajo el chavismo, todas ellas ganadas por el presidente menos ese primer referéndum de diciembre de 2007, han sido libres en lo tocante a la ceremonia del voto, como reconoce el decano intelectual de la oposición, Teodoro Petkoff, pero con anterioridad al sufragio todo el peso de la propaganda del Estado y trapacerías como la naturalización de miles de inmigrantes colombianos para que voten al Gobierno, orientan al ciudadano; pese a ello, en las elecciones de 2008 para gobernadores y alcaldes, una oposición hecha de retales y sin candidato unificador ganó en varios grandes Estados y se hizo con la alcaldía mayor de Caracas. Ante ello, la calle chavista, con o sin anuencia del mando, no ha dejado de hostigar a muchos de los elegidos para impedir el normal desempeño de sus cargos. Todo ello no quita, sin embargo, que prácticas parecidas sean comunes en muchos países de América Latina.
El régimen combate el atraso y el desarraigo, para lo que ha ideado un sistema de trueque de petróleo por servicios como los que efectúan miles de profesionales cubanos, principalmente en sanidad y educación, que han llevado el cuidado médico a parajes olvidados que sólo habían visto odontólogos u oculistas en televisión; las estadísticas oficiales aseguran que el número de pobres se ha reducido de una mitad al tercio de la población, y la indigencia a menos de un 10%; a consecuencia de lo cual Chávez retiene un alto grado de apoyo, sobre todo entre las clases populares de epidermis más atezada; pero la oposición afirma que la corrupción aumenta, la inseguridad ciudadana escala nuevas cimas, y el desmadre burocrático es inextricable.
Eleazar Díaz Rangel, director del diario de mayor audiencia en Venezuela, dice que esta vez ganará Chávez porque se ha situado acertadamente en el centro de la polémica, mientras que en el referéndum anterior descuidadamente daba por segura la victoria. El regreso a la disciplina de una parte del chavismo, que no votó en 2007, debería equivaler, dice, a la victoria.
En su nerviosismo, el presidente gobierna con la vista puesta en la calle, de forma que sus pronunciamientos pueden contribuir a contaminaciones peligrosas con cuestiones muy alejadas del horizonte venezolano, como los recientes sucesos de Gaza. Venezuela ha roto con Israel en solidaridad con el pueblo palestino, en lo que está en su perfecto derecho; pero aunque el poder pueda decir yo no he sido, el aire de perdonavidas que en ocasiones adopta alimenta excesos como el reciente ataque a una sinagoga caraqueña, cuando en Venezuela nunca había habido problema de antisemitismo.
La Venezuela de Chávez es hoy una oleada izquierdista mal articulada, con las mejores intenciones pero animada de propósitos contradictorios, nada respetuosa de los derechos individuales, y cuya forma de gobernación se basa crecientemente en el denuesto. La calle es siempre un tigre difícil de cabalgar.
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