Cumbre del hambre
La ayuda esencial sería abrir los mercados a los productos competitivos de los países pobres
Madrid ha acogido esta semana la Reunión de Alto Nivel para la Seguridad Alimentaria. La cita, en la que han participado 95 países, es continuación de la que tuvo lugar en Roma el pasado mes de junio, con más del doble de asistentes, y coincidiendo con uno de los momentos más agudos de la crisis de alimentos que padecen los países desfavorecidos. La cifra de 860 millones de personas afectadas por el hambre en el mundo en 2007 se ha incrementado en el 11%. La emergencia alimentaria, por tanto, no ha remitido, aunque haya pasado a un segundo plano de la agenda diplomática como consecuencia de las dificultades del sistema financiero internacional y el desplome del crecimiento en las economías desarrolladas.
La crisis mundial se está manifestando de manera dramática en las regiones más desfavorecidas del mundo. Las remesas de la emigración, que suponían entre el 25% y el 40% del PIB de los países pobres, se han reducido drásticamente como consecuencia del desempleo en las economías avanzadas, que ha afectado especialmente a los trabajadores extranjeros. Las dificultades en la obtención de créditos ha sido otro de los factores determinantes en la extensión de la actual hambruna: los países más pobres se han visto privados del recurso al endeudamiento para hacer frente a la escasez de alimentos que padecen sus poblaciones.
El principal valor de la reunión de Madrid radica en el intento de reintroducir la atención hacia los más desfavorecidos en la lista de prioridades internacionales. Pero poco más se habrá conseguido salvo que el Mecanismo de Coordinación Financiera acordado en esta cumbre cuente con recursos suficientes, una gestión más ágil que otras instituciones similares y una serie de decisiones internacionales complementarias, como la aprobación de la mortecina Ronda de Doha.
Con este nuevo instrumento se trata de estimular la agricultura en los países pobres mediante subvenciones directas a los campesinos. Durante los últimos años, los programas y proyectos de la ayuda oficial al desarrollo se habían dirigido hacia otros sectores de actividad, pasando del 17% de 1980 al 3% actual. Pero la paradoja a la que se enfrentará esta iniciativa es la que ha atenazado al resto de los instrumentos de cooperación: si los mercados internacionales no se abren a los productos en los que los países atrasados son competitivos, esto es, si la Ronda de Doha no se completa, el ciclo de la pobreza se perpetuará por más que se logren paliar momentáneamente sus efectos más devastadores.
La cumbre del G-20 celebrada en Washington, que tendrá su prolongación en Londres en abril, incluía entre sus decisiones más urgentes la apertura de los mercados agrícolas internacionales. El compromiso sólo sobrevivió algunos días, hasta que el director de la Organización Mundial del Comercio, Pascal Lamy, proclamara el fracaso de la Ronda de Doha ante la indiferencia general.
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