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Reportaje:

"La nieve del viernes no fue suficiente"

Los madrileños cambian los atascos por juegos en parques teñidos de blanco

Ainara se ha caído otra vez. Pero no llora. Se alza de nuevo, costosamente, sobre sus piernas cortas, despacio, embutida en un plumas rosa y morado talla XS espolvoreado de copos blancos. La nariz y los mofletes rojos, el ceño fruncido, los labios prietos. Por fin está de pie. Se agacha y lleva las manos al suelo. Los guantes son más grandes que ella. Agarra un puñado de nieve. Al fin sonríe, maliciosa. "¡Vas a enterarteee!", grita a todo pulmón. Y empieza a correr tras su hermano, exultante.

Las guerras de bolas y los muñecos de nieve fueron los protagonistas ayer
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El naranja y el amarillo de dos enormes cometas rompían ayer el azul del cielo que brillaba sobre el parque Juan Carlos I. Bajo ellas, padres con niños que buscaban la excusa de los hijos para poder volar sus cometas. Tampoco disimulaban: los chavales, de espaldas, rodaban una bola de nieve que les llegaba por la cintura. Después fue el cuerpo de un muñeco de nieve.

Mientras los peatones inundaban las calles, muchos animales del zoológico de Madrid permanecían agazapados en sus guaridas a causa del frío. Allí tienen calefacción. Pero más felices que los madrileños estaban los osos panda: acostados en la nieve, sin problemas, en su salsa.

Canillejas, Arturo Soria, Conde de Cartagena... En la capital, allí donde había un pedazo de tierra y árboles cubierto de nieve estaban reunidos grandes y pequeños, saltando vallas, corriendo, haciendo muñecos de nieve. En Clara del Rey, siete jóvenes jugaban al baloncesto en las canchas. Cerca de García Noblejas, un marroquí, un español y un ecuatoriano se parapetaban tras los coches para lanzarse bolas de nieve gigantes. "La mejor es la que queda sobre los coches", aseguraban. Los operarios de limpieza los observaban de reojo con cierta envidia. Pala en mano, lanzaban más sal a la calle. La nieve también dio trabajo a Emergencias: el Samur atendió a 39 personas, entre las diez de la mañana y las siete de la tarde, por resbalones con el hielo. Muchos hacían deporte.

Sin embargo, apenas se produjeron accidentes de tráfico. Había tantas personas en la calle que, aunque fuese por matemáticas, muchas menos cogieron el coche. Los vehículos podían, por un día, aparcar sin pagar en el centro: el Servicio de Estacionamiento Regulado (SER) se suspendió "para aumentar la seguridad vial en las calles de la ciudad y promover el uso del transporte público", según el Consistorio. Fuese por la tentación de la nieve para el peatón o por la del aparcamiento ilimitado para el conductor, entre las siete de la mañana y la una y media de la tarde no hubo ni un solo accidente, según Emergencias Madrid. Las temperaturas alcanzaron los tres grados bajo cero en algunos puntos de la ciudad.

En la carretera de Barcelona (A-2), la más afectada por la nevada del viernes, el tráfico era fluido y escaso. En los pueblos del este de la región, donde se acumularon más centímetros de nieve, las calles se llenaron de niños abrigados y fotógrafos aficionados. "Jamás había visto así la plaza de Cervantes", apuntaba Carlos, alcalaíno, aferrado a su cámara desde las nueve de la mañana.

"De aquí, a las Bernardas, a la Universidad, a los Santos Niños... No me voy de aquí sin pillar al menos 20 estalactitas distintas", bromeaba.

Pero durante toda la mañana fue muy difícil salir de algunos pueblos, como Corpa, Campo Real o Chinchón, ya la nieve seguía presente en muchas carreteras secundarias. "Imposible, no es, porque se puede salir, pero los coches resbalan, la nieve está en el pueblo y en las carreteras y, después de lo de ayer, cualquiera se atreve", aseguraba Isabel, vecina de Corpa (500 habitantes), ayer por la mañana.

A las 18.30, había 177 kilómetros de circulación difícil, irregular o condicionada por la nieve y el hielo en la región. Según Fomento, a mediodía ya estaban abiertas todas las carreteras. La Unidad Militar de Emergencias ya no trabajaba más en la región, aunque Defensa anunció que permanecería alerta 24 horas más. Aun así, los taxistas se lo pensaban dos veces antes de subir viajeros a la sierra, a Galapagar o a Alcobendas. Era necesario el uso de cadenas en 14 puntos de la región, por los que, además, estaba restringida la circulación de camiones.

En las carreteras que el viernes sufrieron el colapso, los únicos vestigios de los viajeros atrapados eran las decenas de muñecos de nieve que, en su desesperación y aburrimiento, los atascados de la M-50 dejaron el viernes tras su paso. Ayer aún subsistían algunos. Otros, se deshacían.

Otro muñeco de nieve, regordete, con botones por ojos y piedras por botones, miraba a la estatua del rey Juan Carlos a la entrada del parque que lleva su nombre. "El muñeco se llama Facundo", explica, muerta de risa, la madre de Ainara. El padre corre tras ellos a cada caída. Y los chiquillos, ni caso. Parece que nunca se vayan a hartar de levantarse.

Varias familias juegan con la nieve en el parque Juan Carlos I.
Varias familias juegan con la nieve en el parque Juan Carlos I.L. SEVILLANO

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