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Columna
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Un año electoral

Josep Ramoneda

La sorprendente decisión del lehendakari Juan José Ibarretxe de convocar elecciones en el País Vasco para el mismo día que el presidente Pérez Touriño había escogido para las gallegas demuestra que ni siquiera el más iluminado de nuestros gobernantes es ajeno al maniobreo político. Cuando a un político le entra el pánico de la derrota se le disparan todo tipo de ocurrencias. Por mucha crisis que padezcamos, estamos en año electoral y para los políticos las elecciones son siempre prioritarias. En realidad, las prisas que han sobrevenido al presidente Rodríguez Zapatero para resolver la financiación autonómica, después de año y medio sin mover un dedo, y la dadivosidad de la que está dando muestras, creando un nuevo fondo de compensación después de reunirse con cada presidente, tienen mucho que ver con la proximidad electoral.

Rajoy es quien más se juega en las próximas elecciones gallegas, vascas y europeas

Zapatero afronta el triple envite (elecciones gallegas, vascas y europeas) en mejor posición que Rajoy. Confirmando un hábito del electorado español, al subir el paro el partido socialista ha recuperado la ventaja perdida en los sondeos, porque la ciudadanía no se fía de la voluntad protectora del PP. Despertado del sueño de la España sin crisis, el presidente ha entrado en un brote de activismo que ha pillado al PP sin capacidad de respuesta. Además, el debate sobre la financiación ha abierto una fractura en la derecha, entre los presidentes autonómicos, que como es obvio quieren más dinero y han visto las ganas de Zapatero de complacer a todos, y Rajoy, que se ha quedado solo en la crítica al modelo propuesto por el Gobierno.

Sin duda, Rajoy es quien más se juega en estas tres elecciones encadenadas, por su precaria posición al frente del PP. El sector del partido y los medios de comunicación que fracasaron en el Congreso del PP en Valencia, tienen su esperanza puesta en que Rajoy no supere esta secuencia electoral. A la defensiva, el presidente del PP ha ratificado a Mayor Oreja como candidato a las elecciones europeas. Un gesto de alto riesgo: es cierto que si Mayor no gana, Rajoy podrá hacer corresponsables de la derrota a todos aquellos que le acusan de pérdida de principios y de poca contundencia en la labor de oposición. Pero habrá perdido. Y si Mayor gana, los críticos lo interpretarán como una demostración de que la estrategia acertada pasa por la dureza en la crítica y la radicalización ideológica e intentarán forzar a Rajoy a volver a las andadas o a irse a casa.

Zapatero afronta las tres elecciones desde tres perspectivas distintas. En Galicia se trata de continuidad: de ratificar al actual Gobierno de izquierdas. En el País Vasco es la oportunidad del cambio, con un Patxi López que, aunque menos ruidoso que otros socialistas autonómicos, es más independiente de lo que muchos piensan. En las europeas, se trata de aguantar el envite. Son éstas unas elecciones que se prestan mucho al voto de castigo al Gobierno. Y puede darse además una participación patética, después de la experiencia del referéndum europeo que no sirvió para nada. La autoestima de Zapatero se resentiría de una derrota a poco más de un semestre de la presidencia europea.

La campaña electoral vasca empieza con un episodio inusual: los dos principales candidatos, Ibarretxe y López, sentados en el banquillo de los acusados por cooperación en un delito de desobediencia al Supremo por haberse reunido con la ilegalizada Batasuna. Me parece un caso flagrante de invasión del terreno político por el poder judicial. Vamos mal si los dirigentes políticos tienen que someter su agenda a la consideración de los jueces. Nadie puede impedir a un gobernante que se reúna con quien considere necesario por razón de gobierno. Para poner un ejemplo: ¿alguien cree que se conseguirá una tregua en Gaza sin que nadie se reúna con Hamás? Ibarretxe ha buscado un juicio espectáculo, con infinidad de testimonios, para explotar una vez más el perfil de víctima del Estado español. Pero la presencia del socialista López a su lado limita el margen para la demagogia del lehendakari, a la vez que refuerza el carácter polivalente del PSE. Paradójicamente, es poco probable que de estas elecciones salga la coalición de Gobierno preferida por los ciudadanos vascos: PSE-PNV. Sin embargo, con cambio de lehendakari, probablemente sería la opción más razonable y la más estable. Pero pesan los prejuicios, las cuestiones personales y los mecanismos clientelares.

Tres elecciones, dos de ellas autonómicas, marcarán el año político, a pesar de la crisis. Es una confirmación de la complejidad del demos español: una nación, con varias naciones inscritas.

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