Mensajeras de Mahoma
Las mujeres de Hizb al-Tahrir desafían el poderío de Hamás y Al Fatah propagando las virtudes del califato
Es difícil dar con ellas, porque operan en la semiclandestinidad y rehúyen la vida pública. Pero forman un ejército de disciplinadas mensajeras encargadas de divulgar las virtudes del califato y de captar adeptos para el Partido de la Liberación, Hizb al-Tahrir, que aspira a la creación de un Estado panislámico en el mundo.
Las mujeres son una pieza clave del engranaje de esta organización salafista internacional, que según algunos analistas se ha convertido en la tercera fuerza política en los territorios palestinos ante la falta de resultados de los partidos tradicionales y cuyo crecimiento desafía el monopolio islamista de Hamás.
No hay observador que se atreva a cifrar el auge de este fenómeno, pero sí alertan de su crecimiento y de que son "la fuerza política más importante después de Al Fatah y Hamás", según Mohammad Awaiwi, profesor de ciencia política de la Universidad Al Quds.
No participan en la vida política ni en ningún tipo de resistencia
Han sabido vender en la sociedad palestina su imagen de incorruptibles
"Su éxito se debe a que han conseguido cautivar a las mujeres", añade. "No tienen oficinas ni registros que nos permitan saber cuántos son, pero hay muchos indicios que apuntan a que reciben un apoyo cada vez más amplio. Sus miembros eran antes comerciantes adinerados de las ciudades. Hoy les apoyan en los pueblos, gente de toda condición", explica Omran Risheq, analista palestino que colabora con el instituto Carnegie estadounidense. Risheq cita como ejemplo el acto conmemorativo de la caída del califato en 2007, que reunió en Ramala a unas 10.000 personas.
En uno de esos pueblos, en Dura, al sur de Cisjordania, vive Muyassiar Burqan, bibliotecaria de profesión y ferviente militante de Hizb al-Tahrir. Algo reacia a hablar al principio, termina por explayarse y muestra los manuales que el partido reparte a sus miembros. "Mire, tenemos que volver a la verdadera esencia del islam, recuperar la interpretación de los tiempos de Mahoma".
Burqan organiza charlas para mujeres en casas, reuniones en la mezquita y reparte folletos en los que Hizb al-Tahrir sienta cátedra sobre la correcta interpretación de conflictos como el de Darfur o la conferencia de Annapolis, pero también de cómo serán las instituciones que regirán la vida de un futuro califato. Explica que son ellas, las mujeres, las que crían a los hijos y por tanto las mejor situadas para adoctrinarlos; por eso, dice son tan valiosas para la organización.
Asegura que en cada sesión logra reclutar a nuevos fieles y que la organización no ha dejado de crecer en los últimos cinco años. "Mahoma era un gran estratega y nosotros copiamos su forma de funcionar, porque lo más importante es lograr concienciar a las masas, convencerles de la necesidad de crear un Estado islámico", dice la bibliotecaria, que desprecia las aspiraciones islamistas de grupos como Hamás o la Yihad Islámica, "porque la suya es una lucha local. Nosotros defendemos la creación de un gran Estado islámico en todo el mundo".
Dice no respetar más ley que la islámica (la sharía), y no reconoce más autoridad que el califato venidero. Mientras, obedecen a su particular interpretación del Corán, y lo que legisle, diga o haga la Autoridad Nacional Palestina no les incumbe, porque son emanaciones de un "poder ilegítimo que obedece a las palabras de infieles".
Sus planteamientos extremos han puesto los pelos de punta incluso a los piadosos miembros de Hamás, que aclaran que su lucha es otra, como explica el jeque Nizar Ramadan, recién salido de una cárcel israelí en el desierto del Negev. "Para ellos [los de Hizb al-Tahrir] la democracia es un acto de infieles. Quieren instaurar el califato mediante un golpe de Estado. Para ellos, cada acto emana del islam y no se prestan a la discusión. O estás con ellos o estás contra ellos".
Pero a los iluminados del Partido de la Liberación estas críticas apenas les hacen mella. Han sabido vender su imagen de incorruptibles y presumen de no participar en la vida política palestina ni en ningún tipo de resistencia frente a la ocupación israelí, "porque una vez que los musulmanes del mundo estemos unidos, los ejércitos árabes se levantarán en armas contra Israel". A diferencia de Hamás, no se apoyan en una red de servicios sociales para engordar sus filas. A sus miembros, la visión idealizada de la vida califal les basta para abrazar una causa que triunfa como nunca tras 60 años de un proselitismo tenaz, y que empieza a dar sus frutos gracias a un cierto cansancio de los partidos tradicionales entre una población incapaz de vislumbrar el fin de la ocupación.
Por eso, los piadosos del califato suponen también un desafío para el oficialismo de Al Fatah, consciente de que en tiempos electorales podrían provocar una hemorragia de votos. La aversión que suscitan estos islamistas ante las autoridades palestinas queda patente en las imágenes que Arish Baradi, otra mensajera de Hizb al-Tahrir, muestra en casa de un familiar en Hebrón. En ellas se ve cómo la policía palestina abre fuego contra una manifestación que los islamistas convocaron a finales del año pasado en esta ciudad cisjordana para protestar contra la conferencia de Annapolis auspiciada por Estados Unidos.
Los gritos de "queremos un califato islámico" enseguida fueron apagados por la balacera que acabó con la vida de Hissan, el tío de Baradi. Los hijos del mártir Hissam, de tres y cuatro años, disparan al aire con pistolas de juguete mientras en la pantalla su padre muere en diferido. El drama familiar ha fortalecido la fe de Baradi en el Partido de la Liberación. Licenciada en informática, entró en contacto con Hizb al-Tahrir en la universidad, donde "todas mis amigas ya formaban parte". Hoy, con 24 años y una hija llamada Al Andalus, se emplea a fondo en "extender la palabra de Alá".
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