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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Que un asesinato no te estropee la manifa

El movimiento ecologista en Euskadi, atomizado y disperso como lo es casi todo en nuestro país, no ha terminado de recuperarse de la indecente intromisión de ETA en la contestación social contra la central nuclear de Lemóniz entre 1977 y 1982. La sangre derramada para defender supuestamente la integridad del paisaje y la penetración oportunista del mundo de Batasuna en cualquier grupo popular donde vea provecho ha esterilizado durante muchos años la articulación de unas organizaciones conservacionistas sólidas. Por eso, y porque una década más tarde se repitió la experiencia en la autovía de Leizarán, donde los grupos opositores se doblegaron con más o menos resignación a los antiecológicos métodos del terrorismo, podía esperarse que la heterogénea plataforma creada contra el trazado del AVE en Euskadi sabría impedir que ETA manchara su causa.

El ecologismo vasco no ha sabido impedir que ETA manche su causa

Vana esperanza. Como el lobo que se acerca relamiéndose al corral de los corderos, ETA y su corte dejaron múltiples señales de sus intenciones de aprovecharse de una movilización que veían propicia para legitimarse en sectores sociales que les son queridos. Ya en fecha tan temprana como 2004 el núcleo duro de Batasuna teorizaba sobre la conveniencia de capitalizar para su beneficio el rechazo al AVE y recuperar así parte del anclaje social que le arrebató la ilegalización. Los avisos se fueron sucediendo de forma inexorable. Primero una mención en el zutabe; más tarde una referencia expresa en una entrevista con supuestos dirigentes de la organización terrorista. Hasta que el 12 de mayo de este año las palabras fueron sustituidas por dos artefactos explosivos contra sendas excavadoras de una empresa constructora involucrada en las obras. Menos de un mes después, el bombazo se dirigió ya directamente contra la sede en Zarautz de la compañía.

No hubo una respuesta contundente de rechazo por parte de la plataforma anti-TAV (AHT Gelditu Elkarlanan). Pero tampoco los grupos, partidos, sindicatos y entidades integrantes que repudian la violencia dijeron contundentemente a ETA que sacara sus sucias manos de una lucha que no es la suya, ni dieron el paso higiénico de apartar (o apartarse de) de las organizaciones que por su naturaleza son incapaces de distanciarse de los dictados y actos de la banda terrorista. Con una mansedumbre impropia de su misión, la coordinadora contra el AVE ha esperado la llegada de la siguiente dentellada. Que haya sido tan brutal y directa como el asesinato de una persona de 70 años, copropietaria de una empresa constructora de un tramo de la Y ferroviaria, no justifica la aturdida levedad de las reacciones producidas desde el 3 de diciembre a esta parte.

Ha habido, sí, rechazo "a la intervención de ETA" y condolencias a la familia de Ignacio Uria por parte de algunos grupos autónomos de la coordinadora, y hasta la crítica del asesinato por una acreditada voz de la izquierda abertzale como es la de Iñaki Antigüedad (por supuesto, a título personal). Pero todavía se está esperando un pronunciamiento sobre el crimen de la coordinadora en su conjunto; o, de ser este imposible, aún se aguarda el resultado de la "reflexión" anunciada sobre si pueden seguir en la coordinadora quienes ven compatible la protección del paisaje con el asesinato del paisanaje.

El anticipo no ha sido nada esperanzador. Los integrantes de la plataforma no percibieron el demoledor mensaje que emitieron sobre su sensibilidad humanitaria y ecologista al celebrar el domingo pasado en Durango, a cuatro días de la muerte de Ignacio Uria en Azpeitia, la marcha que habían convocado anteriormente contra el AVE. Que un asesinato utilizando nuestra causa no nos estropee la manifestación que tanto nos ha costado montar, vinieron a decir.

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De nuevo, el cálculo y los lazos de la tribu por encima de los principios; la precaria unidad de los nuestros y la acumulación de fuerzas antes que la clarificación de las ideas. Y siempre la turbia seducción de la eficacia de la violencia frente a las otras formas tolerables de oposición. El caso es que ETA ha puesto otra vez al movimiento ecologista vasco en una coyuntura crítica, y los balbuceos y dilaciones se repiten como en ocasiones anteriores. Como si no se hubiera aprendido nada. ¿Qué confusos intereses y lucubraciones impiden a los grupos netamente conservacionistas de Euskadi afirmar lo que han dicho de forma nítida las cinco principales organizaciones españolas: que la violencia de ETA "no tiene cabida en la lucha ecologista" y que "no hay sitio en nuestro lado para las armas"?

Para quienes creen en la necesidad de un movimiento consistente que vele por la protección de los recursos naturales y controle los excesos desarrollistas de las administraciones y los lobbies del cemento, las dudas paralizantes de la plataforma anti-TAV ante la entrada del terror en su terreno es una mala noticia. Sus miembros, tan preocupados por la supuesta "criminalización de la oposición al TAV", no parecen ser conscientes de que ya no vale con exigir a ETA "que no intervenga en este conflicto". No parecen darse cuenta de que están perdiendo el tren verde de la legitimidad, de la credibilidad. Quizás lo perdieron de forma irreversible el domingo pasado, cuando salieron a la calle tras una pancarta que hablaba de parar un tren y callaba el crimen cometido la víspera con la excusa de detenerlo.

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