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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Trichet entra en razón

El BCE acepta con retraso el recorte de tipos, pero tiene que normalizar el mercado del crédito

Tras los excepcionales recortes en 1,75 puntos porcentuales cada uno del Banco Central de Suecia y del Banco de Nueva Zelanda, y el de un punto del Banco de Inglaterra, el Banco Central Europeo (BCE) se ha incorporado a la tendencia relajadora con la que los principales bancos centrales llevan meses tratando de amortiguar la severidad de la recesión en la mayoría de las economías avanzadas. El BCE lo ha hecho más tímidamente, en tres cuartos de punto, en todos los tipos de referencia, hasta el 2,5% el aplicable a las operaciones principales de financiación del Eurosistema.

De su comunicado no cabe descartar nuevos recortes. En las circunstancias actuales, los supuestos ejercicios de prudencia en la definición de políticas económicas, también de la monetaria, pueden llegar a ocultar un exceso de temor o diagnósticos equivocados. En el horizonte, desde hace meses, no se atisba otra cosa que una de las recesiones más agudas de las últimas décadas y la pérdida de riqueza financiera más pronunciada de la historia.

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El BCE fue la única institución económica que todavía en julio consideraba la inflación como la principal amenaza para las economías europeas. Subió los tipos de interés cuando sus colegas hacían justo lo contrario. Ahora Europa sufre las consecuencias de la peor crisis financiera con no menos rigor que el país que la originó. A ello ha contribuido la coexistencia durante demasiados meses de tipos elevados con un creciente racionamiento del crédito que está dañando a las empresas y familias de la eurozona. En los países que más han tardado en reaccionar al credit crunch o donde mayor es la dependencia del crédito bancario, como es el caso de España, las consecuencias están siendo y serán más graves. Las entidades financieras han cortado la financiación al resto de la economía, no sólo a las empresas inmobiliarias, con lo cual queda comprometido el impulso empresarial que debería impulsar el cambio en el patrón de crecimiento económico.

A diferencia de lo ocurrido hasta hace apenas un mes, esos descensos en los tipos oficiales del BCE están transmitiéndose al Euríbor, referencia sobre la que giran la amplísima mayoría de los pagos por intereses de los préstamos bancarios de empresas y familias españolas. Junto a la caída del precio del petróleo, es una de las pocas buenas señales con las que se enfrenta el próximo ejercicio.

El BCE debería asumir, además del abaratamiento del dinero, la necesidad de flexibilizar sus operaciones de política monetaria con el fin de facilitar la normalización en el funcionamiento de los mercados de crédito. El representante español en el consejo de gobierno del BCE, el gobernador del Banco de España, debe hacer valer, con este propósito, el respeto y cumplimiento de los compromisos europeístas que han mostrado las autoridades españolas, así como la larga tradición de estabilidad y rigor supervisor de nuestro sistema bancario.

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