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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tareas de Obama

La responsabilidad del próximo presidente de EE UU está a la altura de la esperanza suscitada

En las últimas generaciones, pocos inquilinos de la Casa Blanca han tenido que lidiar con una situación como la que hereda Obama, tanto en el plano interno como en el internacional. El cambio que se espera de él, tanto en su país como en el resto del mundo, constituye tal vez la mejor prueba de lo generalizada que se encuentra la conciencia de crisis tras ocho años de poder neoconservador. No sólo en el terreno económico, sino también en el de la paz y la seguridad mundiales.

Es en la política interna norteamericana donde Obama dispone, en principio, de mayor margen de maniobra. Aunque las finanzas públicas de Estados Unidos se encuentran exhaustas, la revisión de la ortodoxia económica en la que se han embarcado las principales potencias mundiales para salvar el sistema financiero le facilitará en parte la tarea. Durante la campaña, Obama ha desgranado un programa económico de inspiración keynesiana, con especial atención a la inversión pública en infraestructuras y al seguro médico. Además, ha recuperado la función redistributiva del Estado a través de la política fiscal y ha incorporado a la agenda aspectos nuevos, como la lucha contra el cambio climático.

La agenda internacional, por el contrario, se perfila como uno de los principales desafíos. La recomposición del sistema multilateral, gravemente deteriorado por las políticas de Bush y sus principales aliados europeos, se presenta como un instrumento imprescindible del que dependerá, en buena medida, el éxito o fracaso de su presidencia. Por el momento, no existen razones para esperar resultados espectaculares de la próxima cumbre económica de Washington; sí, en cambio, para confiar en que esta aproximación internacional concertada a los problemas económicos se consolide y sirva de estímulo para reforzar el papel de instituciones como el FMI y el Banco Mundial.

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Sólo desde el multilateralismo se puede concebir, por otra parte, una eventual salida para los dos conflictos abiertos que ha heredado Obama, en Irak y Afganistán. La "guerra contra el terror" lanzada tras los atentados del 11-S llevó a dispersar el esfuerzo bélico norteamericano en dos escenarios diferentes, uno innecesario y otro ineludible, con la consecuencia de arriesgarse a fracasar en ambos. Bush dilapidó con esta estrategia la capacidad de disuasión convencional de Estados Unidos, mermando sus posibilidades de frenar en la mesa de negociaciones el problema de la proliferación nuclear. El definitivo desarme atómico de Corea del Norte y la detención del programa iraní son prioridades para las que Estados Unidos cuenta hoy con menos bazas debido a los errores pasados. Y otro tanto cabría decir de la inestabilidad política en Pakistán, un país con armamento nuclear.

Las esperanzas de cambio suscitadas en todo el mundo constituyen una grave responsabilidad para Obama. Reconducir las cosas no será fácil, pero su propia elección demuestra que tampoco es imposible.

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