Calderón promete aclarar las causas de la muerte del jefe de Gobernación
México envía a EE UU las 'cajas negras' del avión de Juan Camilo Mouriño
Delante del féretro de su amigo muerto, en presencia de su joven viuda y de sus tres hijos pequeños, lo primero que pronunció ayer Felipe Calderón fue una promesa: "Los lamentables acontecimientos del 4 de noviembre se esclarecerán a fondo. Como presidente de la República, y como amigo y compañero del licenciado [Juan Camilo] Mouriño y de sus colaboradores, soy el primer interesado en que surja la verdad y se esclarezcan las causas de estos hechos". De lo que se deduce que también Calderón está sumido en la duda que embarga a todo el país. No hay datos que induzcan a pensar que la avioneta que se desplomó el martes sobre la Ciudad de México, y en la que murieron el secretario (ministro) de Gobernación y sus colaboradores, fuese objeto de un atentado o un sabotaje. Pero, aun sin datos, es lo que se piensa.
De hecho, tanto el funeral de Estado celebrado en el campo militar Marte como el discurso del presidente parecían encajar más en un homenaje a unos caídos en la lucha contra el narcotráfico que a las desgraciadas víctimas de un accidente aéreo. La palabra accidente no fue pronunciada. Tampoco la de atentado. El vacío, según la promesa de Calderón, será llenado pronto con evidencias.
Por el momento, las autoridades parecen empeñadas en que ni una sombra de duda planee sobre la pureza de la investigación. Las dos cajas negras de la aeronave ya han sido recuperadas y enviadas a Estados Unidos. Y, el mismo miércoles, tan sólo 24 horas después del suceso, los medios de comunicación recibieron todas las grabaciones de los contactos registrados entre la aeronave y la torre de control del aeropuerto. En virtud de su análisis, hasta minuto y medio antes del impacto el piloto de la avioneta había seguido la ruta correcta para el aterrizaje. La altitud y la velocidad eran las adecuadas. No se produjo ninguna llamada de auxilio.
Pero al final, el controlador del aeropuerto internacional Benito Juárez se percató de que el avión -que en ese momento sobrevolaba el cruce de la avenida Conscripto y Periférico- se estaba desviando de su ruta de aterrizaje. Le llamó la atención:
-Víctor Mike Charlie, ¿me escucha?
La llamada se repitió tres veces en un minuto, pero en ninguna ocasión hubo respuesta. La siguiente noticia -pasados unos segundos- fue la de que una avioneta se acababa de estrellar en pleno centro de la capital.
Murieron 14 personas. Las nueve que viajaban en el avión -entre ellas José Luis Santiago Vasconcelos, un veterano luchador contra las mafias del crimen organizado- y otras cinco que tuvieron la mala fortuna de pasear o conducir por la zona del impacto. Otros 40 transeúntes resultaron heridos.
El presidente Calderón aprovechó el funeral de Estado para intentar infundir ánimos a la población ante los muchos retos que tiene pendiente. "Saldremos adelante", dijo, "por muy larga que sea la noche de nuestra adversidad, un día veremos la luz". Su forzado optimismo se vio empañado por la imagen de una cría que abandonaba el funeral con un oso marrón de peluche en una mano y, en la otra, un gran retrato de un hombre sonriente. Era la hija de Mouriño, que se llevaba la fotografía que había estado expuesta junto al féretro de su padre.
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