Votos tontos
Las elecciones presidenciales de hoy servirán también de plebiscito para calcular el porcentaje de gente tonta en Estados Unidos. Lo dijo la semana pasada un veteranísimo periodista y autor conservador británico, Max Hastings, en el derechista Daily Mail: "Los republicanos se han convertido en el partido de los americanos tontos". Esto, agregó, "no es ser exagerado, es reflejar los hechos tal y como son".
Los tontos -buena gente en lo personal, quizá, pero tontos- han sido la mayoría en lo que va del siglo. Han votado no una vez, sino dos por el peor presidente de la historia de su país. La buena nueva, como comenta Hastings, es que algunos parecen haber aprendido algo. "La feliz verdad hoy es que no hay suficientes tarados en Estados Unidos como para elegir a John McCain y a Sarah Palin".
Un número importante de anteriores votantes republicanos parece haber pillado que la decisión de McCain (contra sus mejores instintos, como acaba de explicar la revista The New Yorker en un gran reportaje) de optar por la sencillota gobernadora de Alaska como candidata a vicepresidenta fue un acto de tal irresponsabilidad que, en vez de ganarse la Casa Blanca, merece ser llevado ante un tribunal acusado de traición a la patria.
¿Cuáles son las características que definen a los "tontos" que seguirán votando por el Partido Republicano y que ven en Palin no sólo un alma gemela, sino una persona capacitada para liderar el país más poderoso del mundo en tiempos de grave peligro planetario?
Pues, para empezar, no creen en la teoría de la evolución de Darwin; creen en el creacionismo, en Adán y Eva. Tienen un tinte racista no muy bien oculto, que se extiende de manera especialmente crasa hacia los musulmanes (en los mítines electorales de Palin gritan, "¡Vota McCain! ¡No Husein!"). No tienen pasaportes (como tampoco lo tuvo hasta el año pasado Palin, que ha hecho sólo un viaje al extranjero en sus 43 años de vida) y su desconocimiento del resto del mundo es total. Sus opiniones en cuanto a si es deseable ir a la guerra en tierras que no podrían identificar en el mapa se basan en una sensibilidad simplona, vengativa, adquirida vía las películas de acción más machaconas de Hollywood.
Lo trágico del caso es que McCain no es tonto. Ha sido de los políticos estadounidenses más originales, íntegros e independientes de su generación. La necesidad percibida por sus asesores, como por los de Bush, de apelar a la insensatez colectiva de los votantes republicanos le ha trastornado. Uno sospecha que, si realmente hiciera lo que el corazón le pide, no votaría hoy por sí mismo, sino por Obama.
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