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Análisis:ANÁLISIS
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El péndulo viaja al centro

La metáfora del péndulo se ha impuesto como síntesis de la historia del PNV porque describe con precisión su movimiento continuo entre la moderación y la radicalidad, las dos naturalezas que conviven, no siempre pacíficamente, en su seno. De un tiempo a esta parte, por seguir con la imagen, el péndulo peneuvista tiende a situarse en la zona más pragmática de su trayectoria, después de no haber encontrado los resultados que esperaba en la marcha a lo extremo. Numerosos indicios revelan ese viaje de vuelta al centro, aunque el eco de las voces anteriores siga escuchándose y pueda dar lugar a incómodas distorsiones para quienes en el partido de Urkullu empujan en tal dirección.

El acto del pasado 25 de octubre, más happening que acción reivindicativa, supuso posiblemente el vistoso entierro por el PNV de una iniciativa que quedará archivada en su densa memoria para ser invocada cuando corresponda. Pero la consulta de Ibarretxe como articulación del llamado "derecho a decidir" ha quedado amortizada, del mismo modo que el Nuevo Estatuto Político perdió su virtualidad como manual de la cosoberanía pretendida en el momento en que fue rechazado en el Congreso de los Diputados. Cuando Iñigo Urkullu afirmó esta semana que "si la consulta no ha sido posible ahora, lo será en el futuro", lo significativo no estaba en la reafirmación de la validez de la "herramienta", sino en la remisión de su uso a un mañana nebuloso. Ahora conviene poner sordina al experimento y toca ocuparse de lo concreto y perentorio.

Hay voluntad de convencer antes a los ciudadanos que a los patriotas
El PNV se ve urgido a reformularse como partido atento a las necesidades del país

El tiempo apremia. Quedan menos de cinco meses para las elecciones y el PNV, con el protagonismo del Gobierno menguado por el agotamiento de la legislatura, se ve urgido a reformularse como partido de gestión, fiable y atento a las necesidades del conjunto del país. La mayoría de su cúpula dirigente se ha dado cuenta de que la sinuosa excursión realizada tras Ibarretxe para desandar el viaje a Lizarra ha dejado descolgados a importantes sectores de la sociedad. Un alejamiento cuantificable en votos durante las tres últimas convocatorias electorales y que amenaza con poner fin, por consunción, a tres décadas al frente del Gobierno. Aunque su biología y los equilibrios internos impidan verbalizar la autocrítica, las muestras de la corrección del rumbo emprendida resultan evidentes. El objetivo es recuperar la centralidad perdida y que le está disputando el PSE de Patxi López y, en menor medida, el PP de Basagoiti. Porque el partido decisivo de marzo va a disputarse en la parte central del campo social, lejos de las áreas.

La ausencia de complejos con que la dirección del PNV ha abordado la negociación del apoyo a los presupuestos del Gobierno de Rodríguez Zapatero se ofrece, de momento, como el indicio más claro de esa rectificación. La búsqueda de la imagen de partido responsable y con capacidad de interlocución en Madrid ha pesado tanto en la transacción como los resultados prácticos obtenidos. Su principal fruto, la transferencia formal de la competencia de investigación y desarrollo, encierra varias capas de significados, si bien la mayoría confluye a remarcar la actual voluntad de convencer antes a los ciudadanos que a los patriotas. Además, el acuerdo, pese a poner de manifiesto el mercantilismo con que siempre se ha abordado el desarrollo autonómico, vuelve a hacer visible el Estatuto de Gernika, condenado durante una larga etapa al limbo, y a remarcar como más valioso el entendimiento, aunque lo mueva el puro interés, que la confrontación.

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Hay otros factores que juegan a favor del equipo de Urkullu en la búsqueda del centro. Uno esencial es la práctica desaparición del mundo de ETA como agente político. Con el debilitamiento de la organización terrorista y la decepción de las dos treguas, la izquierda abertzale ha perdido la capacidad de presión e influencia que tuvo en el PNV. Ahora, a lo más, se presenta como una arriesgada reserva de votos. Una segunda circunstancia propicia es, salvando la paradoja, la crisis económica, que puede actuar en un doble sentido. Le ofrece a la dirección peneuvista la coartada de necesidad y responsabilidad precisa para modular -ya lo está haciendo con los presupuestos del Gobierno y las diputaciones y las aportaciones del proyecto de debate Think Gaur- las notas más disonantes de su doctrina todavía oficial, y le permite presentar su larga experiencia al frente de las instituciones como una garantía de solvencia y seguridad ante el cambio posible.

A la postre? la formulación por Urkullu del concepto de "Concierto político" como nuevo referente estratégico del partido, inspirado en el modelo que el Concierto Económico dibuja para las relaciones financieras con el Estado, parece caminar en la misma dirección. No deroga la trayectoria anterior -el corpus ideológico del PNV se hace por acumulación de apuestas, sin limpiezas ni revisiones-, pero su propio enunciado ya incorpora un espíritu más conciliador que las propuestas de la hoja de ruta vigente en los últimos tiempos.

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