El amor, cegado por la razón
Olvídense de los montajes de Marivaux que suelen hacerse en España, vivos, cómicos, un poco a la manera de la commedia dell'arte. Éste, de concepción germánica, preciso como una partida de ajedrez, muestra la cara oculta de un autor chispeante y la dimensión metafísica de su teatro. Luc Bondy, su director, lo sirve frío, en un escenario desnudo, atravesado por una pasarela donde se levantan dos casetas negras habitadas por un caballero y por una marquesa jóvenes y viudos que disfrazan de amistad su amor incipiente. La seconde surprise de l'amour habla de las estrategias que adoptamos para proteger nuestros sentimientos, del miedo al rechazo y de los caminos torcidos que llevan directo al corazón. En esta comedia, la amistad de sus protagonistas es verdaderamente peligrosa, y sólo puede acabar en la cama.
LA SECONDE SURPRISE DE L'AMOUR
De Marivaux. Dramaturgia: Dieter Sturm.
Intérpretes: Pascal Bongard, Audrey Bonnet, Roger Jendly, Roch Leibovici.
Dirección: Luc Bondy.
Producción: Théâtre Vidy-Lausanne.
Madrid. Teatro Valle-Inclán. Hasta el 2 de noviembre.
Bondy sitúa a Marivaux en un lugar a mitad de camino entre las comedias de Eric Rohmer y los espectáculos de Robert Wilson. Su montaje combina la racionalidad infatigable del primero con el rigor plástico del segundo, para hablarnos de la pasión de la manera más desapasionada posible. En sus manos, La seconde surprise de l'amour tiene la emoción de un teorema: es todo razón, pero acaba, de manera oblicua, tocando el corazón del público. ¡Qué extraño es eso! Visualmente es una maravilla. El director suizo, que lo ha sido de la Schaubühne y que ha hecho la mitad de su carrera en Alemania, enmarca el escenario con una línea de tubos fluorescentes blancos y lo ilumina con una luz azul, fría, equiparándolo así a una pantalla de cristal líquido. A veces, parece que estamos viendo el espectáculo en un ordenador. La interpretación, marcada con tiralíneas, limpia y precisa, produce un extrañamiento aún mayor.
Los dos jóvenes protagonistas de La seconde surprise... se enamoran a primera vista, pero ninguno lo admite, creyendo que el otro le admira por la firmeza de su duelo. No le abren su pecho, por amor propio. Karl-Ernst Herrmann, el escenógrafo, simboliza su relación con un cruce de caminos de tierra blanca, que se van difuminando a medida que los pisan. También los criados del caballero y de la marquesa se enamoran, pero a las claras, y sin filosofías. Como su pasión depende de que la de sus señores cuaje, la aventan. El quinto en discordia es Hortensius, un pedante que vive a costa de la marquesa y que flirtea con su sirvienta. "Os diré las razones de mi amor", la requiebra. "Las chicas de mi edad no razonamos", le replica ella.
Bondy mueve a sus actores como marionetas: su dirección llega hasta el último gesto. Todo lo marca férreamente. Tanta racionalidad debió pesar a algunos espectadores, que abandonaron la función a las primeras de cambio. No encontraron lo que esperaban. A los que fuimos dejándonos llevar al molino de la razón, el espectáculo acabó atrapándonos.
Babelia
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