"Es posible hablar de Brasil sin hablar de violencia"
El viernes por la noche el brasileño Marcos Jorge se acostó en su casa en São Paulo siendo el máximo favorito para ganar la Seminci con su primer filme, Estómago, y ayer se levantó con la Espiga de Oro, el galardón al mejor nuevo director y felicitando a su protagonista, João Miguel, elegido mejor actor -ex aequo con el español Unax Ugalde-. "Estoy muy, muy contento. Por los premios, porque la gente ha entendido mi filme y ha sabido apreciar que aunque mi protagonista a veces parezca lento de cabeza, incluso risible, en realidad esconde algo más", asegura por teléfono exultante un director que debuta en un largometraje a los 40 años. "Para hacer cine maduro hay que ser maduro. Yo he llegado hasta aquí tras estudiar periodismo, dirigir varios documentales y cortometrajes, experimentar con todo tipo de lenguajes visuales para realizar mis videoinstalaciones y ganar dinero con la publicidad".
"Soy un debutante mayor, pero eso era necesario para hacer cine maduro"
"El hombre es el único animal que cocina; ahí se revela el alma humana"
Su Estómago, la gran triunfadora en la Semana de Cine de Valladolid, habla de gente que come y es comida, y por ello juega con dos historias paralelas, protagonizadas ambas por Raimundo, un cocinero al que vemos trabajando en un restaurante italiano y sufriendo de amores, y a la vez en la cárcel, donde de simple pinche del matón de la prisión irá escalando posiciones en la pirámide de mando gracias a su privilegiada posición cercana al jefe... y a su talento culinario. "El hombre es el único animal que cocina. Así que esa acción revela el alma humana. Cuando nos sentamos a comer mostramos nuestro mejor y nuestro peor aspecto. Y no me refiero sólo a los modales, sino también a lo que nos gusta comer, a nuestra conversación, a nuestra actitud...".
Desde luego, en Estómago cada personaje tiene un comportamiento distinto ante los platos. Y ese carácter se refleja en el ansia -diferente, según las personas- por el poder, por la capacidad de someter al otro, una acción descrita en ambas historias. "Ni lo dudes. Los hombres usamos nuestros talentos en la lucha por conseguir el poder estemos donde estemos. Y si esa habilidad es la creación culinaria, su poseedor -mi protagonista- utilizará ese arma". ¿Y qué se pierde en ese ascenso? "Depende de lo que uses como moneda de cambio".
Marcos Jorge habla un buen castellano, y cuando se traba recurre a su portugués picoteado con palabras en italiano -estudió cine en Roma- e inglés. Insiste mucho en lo que le interesan las cocinas. "Es la parte caliente de la casa". Es decir, defiende que el fogón -o la actual vitrocerámica- es el corazón del hogar. "Claro, y lo que me gusta de Estómago es que el espectador entra por la puerta de la cocina a la película, bien en la cocina de la prisión, bien en la del restaurante". A cambio, teniendo sus dosis de violencia, Estómago no sigue la estela de grandes éxitos de la filmografía brasileña como Ciudad de Dios, de Fernando Meirelles y Kátia Lund, o de Tropa de élite, de José Padilha. "¿Podemos parar un momento en este aspecto? En los últimos años el cine brasileño ha crecido y se ha popularizado, especialmente en Europa, con títulos que mostraban la violencia y su repercusión en los temas sociales. Eso está bien. Pero ocurren más cosas en mi país. Y se ruedan un montón de filmes que se centran en otras ideas. No reniego de esta generación de cineastas: formo por edad y gustos parte de ella. Sin embargo, es posible hablar de Brasil sin hablar de violencia. Mi victoria en Valladolid espero que ayude en este sentido. Sospecho que la exploración cinematográfica en el campo de la violencia no va a ir más lejos".
Probablemente en este triunfo en el gusto del jurado de la Seminci -que ha elegido a Estómago por encima del trabajo de directores consagrados como Atom Egoyan y Carlos Sorín, que concursaban con unas excelentes Adoration y La ventana, respectivamente- y en el público está también el tono a fábula que Jorge le ha imprimido a su película. "El guión se basa en un cuento de Lusa Silvestre. Lo leí antes de que saliera publicado y convencí a Silvestre para que me ayudara en la escritura del guión. Me interesaba mucho la descripción que se hacía del poder. Aunque se centraba en la cárcel, y decidimos crear la historia paralela de la relación sentimental".
Y vuelve a la fábula. "Como en el cuento, quería transmitir un tono de fábula no infantil. Es decir, muestro una historia surrealista con aires realistas. Rodamos en cocinas de verdad, en tascas reales, en una prisión auténtica. Si no, el público no se lo tragaría. En Valladolid, el chef del restaurante La Criolla ha alabado que el ambiente en las cocinas y la realización de los platos sean perfectamente creíbles. Para mí es todo un halago".
Y Marcos Jorge aún quiere hablar más, pero en São Paulo se acerca la hora de la comida y el cineasta tiene que ponerse a ello. El filme ya tiene deistribución en España, por lo que el cineasta promete volver para proseguir con sus rutas gastronómicas. Una buena razón para que le gusten los festivales: amplían sus conocimientos culinarios. "En los últimos años la humanidad se ha vuelto más obsesiva con la gastronomía, ¿no?". Y lo dice tras ganar en España, el paraíso de grandes cocineros y tierra de feroces enfrentamientos entre los reyes de los fogones.
Palmarés
- Espiga de Oro: Estómago, de Marcos Jorge.
- Espiga de Plata: El frasco,
de Alberto Lecchi.
- Premio Especial del Jurado: Retorno a Hansala,
de Chus Gutiérrez.
- Premio al mejor nuevo director: Marcos Jorge, por
Estómago.
- Premio al mejor actor: ex aequo
para Unax Ugalde, por La buena nueva, y para João Miguel, por Estómago.
- Premio a la mejor actriz: Maria Heiskanen, por
Los momentos eternos de María Larsson.
- Premio al mejor guión: para Henrik Ruben Genz y Gry Dunja Jensen, por
Terriblemente feliz.
- Premio a la mejor música:
para
Kåre Bjerkø, por Terriblemente feliz.
- Premio FIPRESCI: La ventana,
de Carlos Sorín.
- Espiga de Oro al mejor cortometraje: ¡Cuidado con el hacha!,
de Jason Stutter.
- Primer premio de la sección Tiempo de Historia: ex aequo
para 33 días, de Mai Masri, y para El corazón de Jenin, de M. Vetter y L. Geller.
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