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Las razones del misterioso optimismo de Zapatero

Miguel González

"El presidente está muy tranquilo", alegan fuentes de su entorno. "Quizá tenga datos que desconocemos". O quizá sea su irreductible optimismo. José Luis Rodríguez Zapatero ha convertido la participación de España en la conferencia que debe sentar las bases del nuevo sistema financiero en la prueba de fuego de su peso en la escena internacional. Y es consciente de ello. "Si lo conseguimos, será un mérito del país. Si no, ya sé lo que va a pasar", confesó el martes.

Todo el Gobierno está movilizado para que España tenga un billete para Washington el 15 de noviembre. Sería la primera vez que estuviera presente en una cumbre que se anuncia como histórica. Pero no todos están de acuerdo en que Zapatero asuma ese riesgo y menos públicamente. Algunos de sus colaboradores, según fuentes gubernamentales, le aconsejaron que se reservara hasta tener garantías.

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El vicepresidente económico, Pedro Solbes, se ha mostrado muy cauto. El pasado día 15, en Bruselas, restó importancia a este tipo de cumbres y aseguró que lo que cuenta es qué se vota en la asamblea del Fondo Monetario Internacional (FMI). El día 21, poco antes de que Zapatero se implicase personalmente, Solbes insistía en que es normal que España no fuese invitada, pues no pertenece al G-8 ni al G-20.

La actitud de Zapatero se ha madurado durante semanas. Al presidente no le gustó que Sarkozy convocase una cumbre de los socios europeos del G-8 (Francia, Reino Unido, Italia y Alemania) el 4 de octubre en París. Veladamente reprochó al presidente francés que pretendiese imponer directorios en la UE e incluso rehusó la invitación a pasar por El Eliseo a su vuelta de San Petersburgo.

Sí fue a París a la semana siguiente, pero con dos diferencias: ya se había celebrado la reunión de ministros de Finanzas de la UE y, más importante, su objetivo era proponer a Sarkozy una cumbre del Eurogrupo (los 15 países que comparten el euro). La reunión fue el 12 de octubre en la capital francesa y, a diferencia de la del día 4, resuelta con un sálvese cada uno como pueda, fue un rotundo éxito. Si no había más motivos para contar con Zapatero, éste parecía suficiente.

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No obstante, la batalla por estar en Washington podría haberse dado de forma discreta. Sin exponerse al escrutinio público. Pero ahí entra en juego la personalidad de Zapatero. Y también, según algunos de sus allegados, la convicción de que para ganar es necesaria la movilización de la opinión pública. El presidente español cree que Sarkozy está en deuda con él, por el apoyo que ha dado a muchas de sus iniciativas. Y que no puede dejarlo en la estacada. Aunque también sabe que éste preferiría que, en Washington, Europa tuviese "un solo rostro", como dijo ayer. Y que fuese el suyo. Pero no puede ser porque estarán al menos los de Brown, Merkel y Berlusconi.

El envite está echado. Falta saber si Zapatero juega de farol o guarda un as en la manga.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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