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Columna
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Sobre cultivos marinos

Ya todos sabemos que no ha sido fácil tomar una decisión sobre el llamado Plan Acuícola, que ha aprobado recientemente la Xunta. Es obvio que ha exigido la toma en consideración de problemas de muy diversa naturaleza, en cada uno de los cuales, además, puede coincidir también una marcada diversidad de intereses. Todo ello, con la inevitable consecuencia de que la decisión final, precisamente por causa de esas complicaciones ya previas, será siempre discutible por alguna de las partes implicadas. Con el ánimo de ejercitar mi derecho ciudadano a participar en el debate, constructivamente a poder ser, haré algunos comentarios sobre la cuestión.

El primero se referirá a que ya doy por hecho que a estas alturas de los siglos nadie puede discutir con sensatez la conveniencia de avanzar en el aprovechamiento de los recursos alimentarios de origen marino, como los piscícolas o marisqueros, con algún aporte organizativo o tecnológico, más desarrollado que la simple depredación. Hasta hoy esta es, para la inmensa mayoría de las "capturas" -así lo decimos, en coherencia-, de animales comestibles en el mar, nuestra única forma de explotación. Y fíjense ustedes que eso ya dejamos de hacerlo con respecto a las plantas alimenticias aprovechables en tierra hace más de 9.000 años. La "invención" de la agricultura representa el sistema vertebral de la Revolución Neolítica y de eso algo más complejo que hemos dado en llamar el inicio de las civilizaciones. Pero en el mar hemos seguido comportándonos como animales depredadores precivilizados. La piscicultura, o cría en cautividad de animales acuícolas destinados al consumo humano, ni siquiera podemos decir que esté poco desarrollada; simplemente, no lo está.

El retraso en Galicia de la piscicultura es difícil de explicar pues contamos con una ley desde hace 24 años

Por cierto, ese retraso es aún más dificil de explicar en España, o Galicia, que tanto es, si recordamos que aquí, entre otras cosas por creer acertadas consideraciones de ese tenor, se aprobó una Ley de Cultivos Marinos en la temprana fecha política de 1984. Hace nada menos que casi un cuarto de siglo. Yo intervine en nombre del Grupo Parlamentario Socialista del Senado en su tramitación legislativa. Puedo asegurarles que entonces pensaba que la ley, en la práctica, daría más de sí. Y muy especialmente en Galicia, donde se reunían entonces, y aún siguen reuniéndose, condiciones favorables para el desarrollo de los cultivos marinos. Ya sé que esto puede explicarse por diferentes razones, pero todas ellas acabarán confluyendo en la misma conclusión principal: vamos retrasados en el desarrollo de los cultivos marinos. Dejaré los fluviales para otro momento.

Y ese retraso se nota tanto en el limitado número de instalaciones de piscifactorías costeras, que es a lo que principalmete atiende al nuevo Plan de la Xunta, como a la investigación científica sobre los propios cultivos, concentrados todavía en muy pocas especies y con calidades puestas en cuestión cuando, por ejemplo, se detecta la presencia excesiva de antibióticos en el producto final. Tampoco vamos muy adelantados que digamos en el desarrollo de procedimientos o tecnologías para reducir y/o tratar los residuos de estas plantas. Todas son cuestiones complicadas, ya lo sé, pero no justifican el retraso. Apuntan más bien a que hay que esforzarse más.

Y otro, por cierto: también puede haber plantas de explotación de cultivos marinos no ubicadas en tierra, inevitablemente en la franja costera, como lo son, por ejemplo, las bateas mejilloneras. Quizá también podríamos avanzar más rápidamente en la búsqueda de tecnologías puramente acuícolas, como jaulas o zonas acotadas, para el cultivo de otras especies alimentarias. Pero los problemas que he citado en el párrafo anterior seguirían vigentes, aunque añadiéndoles uno más: el deterioro ambiental del entorno.

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La inmensa mayoría de las aguas que vertemos al mar en Galicia aún siguen llegando a él sin depurar. Ya que la organización ecologista Adega, afín al BNG, quiere movilizar a los ayuntamientos contra el plan acuícola autonómico, podría empezar por incluir en la convocatoria el reclamarles que ellos mismos cumplan con sus responsabilidades ambientales, dando prioridad a la construcción de depuradoras y aceptando de buen grado la reducción del impacto urbanístico en la franja costera, por ejemplo. Sólo con eso podría bastar para reducir drásticamente la mortandad de algunos de nuestros cultivos marinos, como el de la almeja, por ejemplo.

En fin, que no niego que la implantación de piscifactorías tenga costes e incluso riesgos ecológicos. Sólo digo que, siendo consciente de ello, lo que hay que hacer es aprender a reducirlo o corregirlos, pero avanzar en el desarrollo de los cultivos marinos, incluidos los que se realizan en esas plantas. Otra actitud es irracional. Y si, además, se plantea como "una guerra", como dicen esos ecologistas (¿oportunos u oportunistas?), pues una estupidez. Y reaccionaria.

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