Fuentes para combatir el estío
Las 520 fontanas de Madrid son una tentación para refrescarse en agosto
Para combatir los rigores estivales y refrescar sus plazas y calles, Madrid cuenta con medio millar de fuentes y láminas de agua. Pasear junto a ellas permite recibir la frescura sobre el cutis y aspirar una brisa reconfortante, pues, a su vera, la temperatura ambiente puede descender hasta cuatro grados, entre el grato rumor de sus chorros y cascadas.
Mucha gente, además, aprovecha las fuentes para remojarse y mitigar así el calor de estas fechas, aunque, no debe olvidarse, beber o bañarse en sus tazas está vetado por la Ordenanza Municipal de uso eficiente del agua.
El año pasado consumieron más de 637.000 metros cúbicos de agua
La ordenanza municipal prohíbe beber y bañarse en sus tazas
Las fuentes más célebres, que datan de 1782, son las que surcan el paseo del Prado, Apolo, Cibeles y Neptuno, cuyo tridente de bronce, por cierto, fue robado en 1914 y sustituido por otro de hierro. Fontanas también monumentales, aunque de menor nombradía, son la de Felipe IV, en la plaza de Oriente, junto a la espléndida estatua ecuestre labrada por Pietro Tacca; la de Miguel de Cervantes, en la plaza de España, de Coullaut-Valera; la de Villanueva, de 22 metros de altura, en el parque del Oeste, trasladada desde la Cuesta de San Vicente, obra de Víctor d'Ors; o la erigida en el parque del Retiro por el cincel de Mariano Benlliure dedicada al general Martínez Campos, con su quepis tocado siempre por una paloma.
De las 520 fuentes madrileñas, 32 son rías o estanques de jardines; 483 son consideradas ornamentales y 24 de éstas, monumentales, según cifras municipales. Hay, además, tres ecosistemas acuáticos, dotados de fauna y flora propias: el Estanque Grande del Retiro, de 55.000 metros cuadrados de extensión y 52.000 metros cúbicos de agua, con visitas frecuentes de cormoranes, al decir de numerosos jardineros del parque; el del palacio de Cristal, en cuyo corazón crece un espléndido ciprés de los pantanos, Taxodium dysticum; y el lago de la Casa de Campo, con más de ocho hectáreas, 160.000 metros cúbicos de agua y miles de peces.
Las fuentes constan de tazas y vasos, a veces escalonadas en secuencias declinantes para el discurrir del agua en cascada, más surtidores accionados por sistemas hidráulicos que la propulsan o la aspiran. Mediante un calderín distribuidor, se lleva el agua hasta los distintos juegos con los que puede contar la fuente. El agua es impulsada o retraída con distintas potencias, de entre tres y dos metros por segundo, conforme con los diámetros de sus sistemas de tuberías, reguladas a distancia y de manera automática por un reloj que las pone en marcha. Su hidráulica, explica Pablo de Francisco, responsable municipal de Aguas Superficiales, funciona de dos maneras: bien mediante una bomba sumergida en su vaso o bien en una sala de bombas contigua o subterránea, como es el caso de la fuente de los Delfines, en la plaza de la República Argentina, con esculturas de Cristino Mallo. Fue rediseñada por Manuel Herrero Palacios en 1968, tras un proyecto anterior, de manera que el fluir secuencial de su cascada parece conformar una ola. Su contemplación remansa el ánimo del paseante.
Buena parte de las fuentes ornamentales madrileñas, hasta el 85% de ellas, están iluminadas con reflectores sumergidos en sus vasos, como en la de Apolo, o bien externos, como la de la plaza de San Juan de la Cruz, que, a través de losetas de vidrio transparente colocadas en la sala de bombas subyacente, filtran la luz de los proyectores. Neptuno, una de las más alumbradas, posee 248 proyectores sumergidos. Da gusto contemplarla al atardecer: sus aguas son de añil puro.
La fuente de Cibeles, en sus 278 metros cúbicos de agua renovados mensualmente, sobre su taza de 542,51 metros cuadrados de superficie, posee una instalación eléctrica de una potencia de 74.184 vatios; de ellos, la mitad para el alumbrado y la otra mitad para sus motores, aproximadamente. Es la única cuyo agua no recibe tratamiento físico-químico, para no dañar su delicada piedra. Pero todas las demás son sometidas con regularidad a tales recetas para impedir proliferaciones bacterianas nocivas y alargar el ciclo del agua.
A excepción de la fuente del parque del Berro, en la calle de Peñascales, que se alimenta de un viaje de agua medieval con pasillos enladrillados de hasta 1,40 metros de altura, todas las fuentes de Madrid emplean agua procedente del Canal de Isabel II, que se recicla. Las que más consumen son la pareja de fuentes Océanas, de la plaza de Colón, con un caudal en circulación de 7.800 metros cúbicos por hora que fluye por unas 10.000 toberas. Entre las dos suman 538.480 vatios de potencia instalada, más que la de algunos pueblos de Castilla. Tres pares de castillos de agua evocan las tres carabelas del almirante.
La cascada que vertía a los pies de Colón ha sido condenada: "Su mecanismo hidráulico, en la pared del Centro Cultural de la Villa, tenía pérdidas incesantes cuya reparación exigía obras de gran envergadura, inútiles hoy dada su inmediata reforma en el plan Prado-Recoletos", añade. Hasta 21 fuentes, como la de la glorieta de Embajadores, tienen dispositivos para impedir la formación de aerosoles. Del agua pulverizada, más los calores estivales, podría surgir -no ha surgido nunca, dice De Francisco- una expansión de bacterias como las que generan legionelosis. Según Pablo de Francisco, "el consumo de agua de las fuentes en 2007 ha sido de 637.867 metros cúbicos, pero en 2008 hemos previsto hacerlo descender hasta 451.374 con un plan de ahorro".
Muchas fuentes poseen anemómetros que miden la velocidad del viento: cuando excede un tope, se detiene la emisión de agua durante 20 minutos, y si prosigue, se cancela... para tristeza de los paseantes acalorados.
Hidráulica contra estética
Las fuentes ornamentales madrileñas, pese a la belleza que exhiben, parecen encarar un eclipse evidente. Poco o nada se ha avanzado en la innovación de sus diseños desde que Manuel Herrero Palacios y Carlos Buhigas dejaran sus últimos proyectos, la fuente de los Delfines y la de San Juan de la Cruz, sobre el paisaje urbano en la década de los años cincuenta y setenta del siglo XX.
En los últimos tiempos, salvo algunas innovaciones como la fuente de Quevedo y la de la plaza de Juan de Borbón, la dimensión estética ha sido habitualmente suplantada por la mera hidráulica.
Joaquín Roldán, ex miembro de la Junta Directiva del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, cree que "este problema no deriva de la supuesta crisis de la escultura figurativa en los entornos urbanos, por mor del ascenso de lo abstracto", explica. "Las fuentes son en sí mismas abstracciones", señala. "Se inserta más bien en un proceso de dejación de la responsabilidad sobre el paisaje urbano, del que nadie parece responder".
De opinión semejante es José Luis de Rojas Herrero, aparejador municipal jubilado: "Madrid lleva décadas sin apenas fuentes nuevas con verdadera entidad estética". A su juicio, "la función primordial de espejo que cumplían los vasos de las fuentes ha desaparecido, al quedar convertidos en las fuentes de nuevo cuño en meros tazones sin arte ni perspectiva".
La Concejalía de Las Artes ya ha concluido el inventario de hitos monumentales, en fase de corrección, y ha elaborado una propuesta sobre implantación, conservación y construcción de monumentos municipales. Servirá para revisar las directrices de la actuación municipal en el patrimonio urbano, que se propondrán a la Comisión de Calidad Urbana, recién creada.
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