'El fin del mundo del fin'
Cortázar, en un cuento con el mismo título que esta carta, pronosticaba el fin del mundo por la sobreproducción frenética de libros que, sabiamente arrojados al mar por las autoridades, acababan colmando los grandes océanos hasta el punto de formar una pasta aglutinante primero y consolidante después hasta el colapso total. La realidad supera a la ficción, porque ahora los directivos de la petrolera Shell están como locos de contentos con la idea de un experto de arrojar cal muerta al mar para -hagan un ejercicio de negación de la racionalidad- rebajar la acidez del mar y así permitir que pueda seguir almacenando miles de millones de toneladas de CO2. El negocio es impresionante, colosal. La idea es sencilla y engañosa -más esto último-, pero con un buen estudio financiado por alguna universidad y por la Shell, siempre se podrá demostrar la bondad de arrojar millones de toneladas de cal. No piensan que el mar tiene fondo y en ese fondo comenzará a acumularse la cal, primero en forma de pasta aglutinante, y luego emergerá como pasta consolidante.
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