País viejo, país nuevo

Un grupo de chinos afincado en Estados Unidos debate sobre la situación de su país de origen en un ambiente tan distendido como engolado. La más joven, la última en llegar a la tierra de las oportunidades, confiesa saber poco de la revuelta de Tiananmen, en 1989. "Mi abuela me contó algo", dice. Todos ríen, pero la chica culmina la discusión afirmando que son ellos los que no saben nada de la China actual. Como en la aún en cartel Mil años de oración, la vieja y la nueva China vuelven a estar en otro filme de Wayne Wang, The princess of Nebraska, un esteticista paseo por la desolación de una joven en tierra de nadie.

Wang huye de la sencillez expositiva y formal de Mil años... para regodearse en la fuerza del encuadre, el color, la textura y el diseño, en una película bella, pero fría y endemoniadamente farragosa. Ni los escenarios, ni el pasado de los personajes, ni la relación entre ellos, ni el arco temporal, son de fácil digestión. Todo ello en una historia con muy poco texto y culminada en un final presuntamente poético y más pretencioso que efectivo.

Tráiler de The Princess Of Nebraska