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El futuro de Europa

Polonia culpa a Europa occidental del rechazo de Irlanda

Varsovia considera que falta explicar bien la ampliación

El no irlandés al Tratado de Lisboa, que ha abierto una nueva crisis en la UE, amenaza con extenderse a otros países. Desde Bruselas se observan con inquietud todos los movimientos de República Checa y Polonia, donde existen dudas sobre si se ratificará el texto. Pese a ello, el ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, considera que el origen de los problemas que afronta ahora la Unión no está en los nuevos socios, sino en los más veteranos.

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"Creo que el problema está del lado de Europa occidental y de su clase política, que no ha explicado suficientemente las consecuencias de la ampliación" de la Unión a los países del este, afirma Sikorski en una entrevista publicada ayer por el diario francés Le Figaro. La apertura del mercado de trabajo comunitario a nuevos socios ha sido uno de los argumentos de los que se oponen a la construcción europea. Tras el no del referéndum de Irlanda, afirma el ministro polaco, "por toda Europa, miles de euroescépticos sacan partido de esta situación, incluida Polonia". De visita ayer en París, Sikorski dijo que "de momento" hay que seguir con la ratificación del tratado.

Pero el texto puede encontrar dificultades en Polonia. El primer ministro, el liberal Donald Tusk, ha dicho que el país debe aprobar el tratado, pese al no de Irlanda. De hecho, el Parlamento ya lo ha aprobado, pero está pendiente de la firma del presidente, el conservador Lech Kaczynski, que ha criticado en más de una ocasión su contenido. "Un rechazo del presidente a firmar el texto podría ser considerado inconstitucional", señala Jacek Kucharczyk, subdirector del Instituto de Asuntos Públicos, un think tank independiente con sede en Varsovia, en un correo electrónico. "Kaczynski puede retrasar la firma, pero debería hacerlo antes o después", añade. Una encuesta publicada esta semana señala que el 45% de los polacos quiere que se siga adelante con el tratado, pese al rechazo de Irlanda. Sólo el 24% está en contra.

La mayor amenaza está en República Checa, uno de los siete países que aún no ha ratificado el texto en el Parlamento. Su presidente, el liberal Václav Klaus, no para de repetir que el tratado está muerto. "Irlanda dijo claramente que no, y yo creo que los enfermos pueden resucitar, pero no los tratados", dijo ayer a la prensa en la entrada del hospital en el que acaba de ser operado de la cadera. Klaus propone que se haga un texto totalmente nuevo, e incluso se ofreció a escribirlo él mismo durante su convalecencia.

La decisión no depende del jefe de Estado, sino del Parlamento. El Gobierno de coalición (liberales, verdes y democristianos) tiene 100 diputados; mientras la oposición tiene otros tantos. La decisión es imprevisible, aunque los analistas consideran que el Ejecutivo conseguirá los votos suficientes para sacar adelante el texto o tumbarlo. El primer ministro, Mirek Topolanek, ha dicho que mantiene abiertas todas las opciones. De momento, el documento ha sido enviado al Tribunal Constitucional, para que lo analice. La resolución se prevé en septiembre. Pendientes de que se resuelvan estas incógnitas, los dirigentes europeos parecen resignados a esperar al otoño para intentar salir de la crisis.

Angela Merkel y Donald Tusk, en Gdansk (Polonia) el lunes pasado.
Angela Merkel y Donald Tusk, en Gdansk (Polonia) el lunes pasado.AP

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