Javier Marías, fabulación al poder
El autor de 'Mañana en la batalla piensa en mí' analiza la mezcla de realidad y fantasía como base de la reinvención constante en su obra novelística
Javier Marías ha desconfiado siempre de todas aquellas películas que te anuncian el siguiente prurito: "Basada en hechos reales". Para el escritor madrileño, lo que ofrezca de sí la realidad en un relato le trae al pairo. "Cuando leo eso me invade la pereza y el aburrimiento". Según él, un narrador literario no debe ser un notario ni un espejo exclusivamente realista y rígido de la vida. ¿Para qué? Otra cosa es que ésta nutra o inspire una historia. Pero, al final, un novelista da sentido a su trabajo siempre que desarrolle en él su capacidad de fabulación, de invención. "Una novela es una búsqueda", aseguró Marías ayer en Santillana del Mar, donde se le dedicó la segunda jornada del seminario Lecciones y maestros que abrió el lunes Mario Vargas Llosa y cierra hoy Arturo Pérez-Reverte.
"La única manera de contar lo verdadero es bajo el disfraz de la invención"
Para esa búsqueda, Marías utiliza su brújula. "Nunca un mapa", contaba ayer ante críticos, expertos en su obra, escritores jóvenes y alumnos de este curso organizado por la Fundación Santillana y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Una brújula con la que teje el bronce de una prosa reconocida internacionalmente. Una brújula de agujas afiladas que le obligan a navegar por sus relatos. El escritor, almirante de un estilo y un lenguaje personales, sabe cómo empiezan, cómo van desarrollándose pero jamás cómo van a terminar. "Si la página 5 se contradice con lo que va a ocurrir en la 200, no lo cambio".
No modifica el rumbo. Pocas veces un narrador ha confiado tanto en el azar. Marías se lanza a él, aunque éste vaya a tener consecuencias trágicas para sus criaturas. O precisamente por eso... Su lección de ayer dejó a la vista como pocas veces sus técnicas, sus credos, sus caprichos a la hora de crear un texto. Pero también el alimento que les forma, el pan que les da la vida. Y éste se cuece compuesto de lecturas, autores de referencia que van desde Shakespeare y Cervantes a Thomas Bernhard, Faulkner y Sebald, o películas que le obsesionan como El fantasma y la señora Muir.
Aunque en Santillana del Mar hubo lugar para más. Ayer, Marías demostró haber sido un chico de oídos abiertos hacia las historias increíbles pero ciertas que le trajeron de Cuba su abuela y sus tías. Así supimos que muchas de sus novelas se han basado después en conversaciones de sobremesa, que sus personajes deambulan y saltan de novela en novela a su entera merced. Que aparecen y desaparecen como fantasmas sin descanso ni destino cierto en Corazón tan blanco, en Negra espalda del tiempo y en su trilogía Tu rostro mañana. "La única manera de contar algo verdadero es bajo el elegante y pudoroso disfraz de una invención".
La realidad, para Marías, "es una novelista pésima". No hay más que fijarse: "Ni elige, ni ordena, ni dosifica, traga con todas las inverosimilitudes, es perfectamente capaz de arruinar un misterio o una incertidumbre, y de echar por tierra una zozobra, carece de intención y lo que es más grave, de estilo".
No le falta razón. Al contrario. Por eso se inventó quizás la literatura. Para delirar sobre la realidad, como hace El Quijote. "Quizás por eso todos los escritores españoles deseamos de manera recóndita ser los mejores herederos de Cervantes", aseguraba ayer el escritor. Puede que precisamente esos delirios fueran las historias que le trajeron de Cuba sus mayores. La más grande, sin duda, fue la de su bisabuelo Enrique Manera y Cao...
Don Enrique cobro vida al ritmo del acento criollo de sus descendientes. "Cuando nos regañaban a mis hermanos y a mí y nos tildaban de guajiros o guachinangos, no sabíamos qué querían decir pero lo asociábamos al mal comportamiento", recuerda Marías. "El bisabuelo había sido terrateniente, militar, pintor de paisajes, compositor de canciones, director del periódico Por el Honor de la Bandera y autor de libros".
Pero fue una maldición la que más llamó la atención al joven escritor. Un pordiosero mulato tuvo la desfachatez de lanzársela por haberle negado limosna. Aparece en Negra espalda del tiempo: "Tú y tu hijo mayor moriréis antes de cumplir los 50 años, lejos de vuestra patria y no tendréis sepultura", recordó Marías que le contaron las hijas de éste. Al regresar a España de la Cuba perdida en 1898, un ataque le impidió llegar a puerto: "Fue arrojado al océano con una bala de cañón. No había cumplido 50 años". Su hijo también cumplió aquel terrible vaticinio 23 años después en el desastre de Annual...
"La maldición del pordiosero pasó a ser mucho más que una anécdota intrascendente. Por mucho que ocurriera en realidad fue sólo en aquel momento cuando mereció ser contada, esto es: cuando de pronto pareció ficción", aseguró Marías. "¿Quién me habló de ellas por primera vez?". Seguramente su abuela Lola, sus tías, su madre, "siempre las mujeres, transmisoras de lo sucedido y lo inventado". En esa mezcla reside la verdadera materia de sus reales invenciones: "Cuando uno cuenta o introduce la ficción en algo que ha ocurrido, la única forma de hacerlo aceptable y verosímil consiste en pasarlo por la imaginación, en ser capaz de contarlo como si en realidad no hubiera pasado. Uno debe imaginárselo como sucedido para poder imaginar de nuevo como no sucedido. Ése es el territorio de la literatura".
La foto descrita y nunca vista
Dentro de esos eternos dilemas que se cruzan en el camino de un escritor está el de no contaminar la fuerza evocadora de sus palabras con imágenes. Javier Marías ha hecho excepciones. Una vez encubrió la realidad de una fotografía con la descripción de ésta. Lo prefirió así. Hablaba de su tío Emilio, asesinado en la Guerra Civil por unos milicianos. "La única prueba de su desaparición fue una foto que le entregaron a mi madre, su hermana, en la checa de la calle de Fomento". La encontró en una cajita en el sótano de la casa de su padre.
Marías contó esa historia en Tu rostro mañana con nombre cambiado y con el auténtico en Negra espalda del tiempo. "Durante meses dudé si incluirla. Le pedí a un amigo que la dibujara para que fuera un sí pero no o un no pero sí", comenta. Pero finalmente fue su amiga Carme López Mercader quien le convenció para que no lo hiciera: "Para tus verdaderos tíos, para los que siguen vivos, esa imagen no podrá ser la de nadie ficticio. No la enseñes, no la exhibas. Nadie más tiene derecho a verla". Su rostro vive con fuerza en la imagen de sus lectores. Hay excepciones para todo. Hasta en la literatura.
Babelia
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