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Reportaje:Ante el relevo en la diócesis de Guipúzcoa

La complicada sucesión del obispo Uriarte

Su dimisión ante Roma al cumplir 75 años abre una época de incertidumbre

El obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte, acaba de presentar en Roma la renuncia al haber complido 75 años este mes de junio. Su relevo obligatorio planea desde hace tiempo sobre la iglesia guipuzcoana como un hecho ineludible y complicado que desata una mezcla de expectación y temor. En cualquier caso, se trata de una sustitución que va a entrañar importantes cambios. Está instalado el presentimiento de que con la sucesión de Uriarte termina un ciclo caracterizado por el fuerte liderazgo que han ejercido los dos últimos prelados, José María Setién y Juan María Uriarte, con su particular forma de gobernar la diócesis desde una impronta nacionalista, poco en consonancia con la línea oficial que impera en la Iglesia española.

Su relevo da la oportunidad a Roma de reorientar la trayectoria pastoral

La fuerte transformación de la Iglesia guipuzcoana en las últimas décadas es, quizás, el principal reproche que desde Roma se hace a la línea mantenida por los obispos de esta diócesis hace ya tiempo. La secularización de la sociedad, pese a la influencia social y política que mantiene la Iglesia, ha vaciado los templos. Asimismo, Guipúzcoa ha pasado en estos años de ser uno de los viveros mundiales de sacerdotes y religiosos a tener los seminarios vacíos de vocaciones, por debajo de la media española, ya de por sí pequeña. Precisamente el pasado jueves Uriarte hacía mención al descenso de fieles de su diócesis al afirmar que la misa que suele celebrar en la cárcel de Martutene es donde encuentra "una mejor proporción entre hombres y mujeres y donde la media de fieles es la más baja de toda Guipúzcoa".

Lo cierto es que su relevo da la oportunidad a Roma de "reorientar" la trayectoria pastoral de la Iglesia vasca mediante el nombramiento de un obispo que "consolide la política vaticana", admite un experto. En realidad esta línea ya está apuntada en los últimos movimientos realizados desde hace años por Roma, como fue el hecho de no nombrar a Uriarte obispo titular de Bilbao al dimitir Luis María Larrea, de quien era auxiliar, y mandarle como obispo a Zamora mientras acercaban a Blázquez a la capital vizcaina. Posteriormente, la precipitada y forzada dimisión de José María Setién desde Roma se resolvió con la solución "poco traumática" y "acertada", según la citada fuente, del nombramiento de Uriarte, que podía ser aceptado en Guipúzcoa sin conflicto por su línea continuista, pero presentaba un perfil más suave.

Estos sutiles movimientos apuntaban ya entonces, hace quince y diez años, una disconformidad de Roma con la orientación pastoral de las diócesis vascas y sugerían la intención de modificarla "con cierta suavidad, pero con mucha claridad", afirma un conocedor del mundo eclesiástico. Lo previsible, por tanto, es que ahora se produzca un cambio más acusado de la línea pastoral mantenida estas décadas, cuya intensidad dependerá del perfil que tenga la persona nombrada.

El franciscano Iñaki Beristain confirma que existe el rumor sobre un cambio de rumbo en la Iglesia vasca. Desde su privilegiada atalaya de Arantzazu, asegura que, más allá de estos ecos que aparecen en los periódicos, -"que se impone una línea menos nacionalista y más evangélica", precisa- lo que importan son "el talante de la persona y la actitud que tenga de impulsar caminos nuevos". Beristain cree que la Iglesia está "más allá de opciones como nacionalismo o no nacionalismo. Lo importante es hacia donde se quiere ir y sería una pena que se oriente a épocas preconciliares con todo lo que hemos avanzado".

El papel activo de los seglares compromotidos con el devenir de la Iglesia es una de las características de la diócesis guipuzcoana que ha impulsado la iniciativa del obispo cesante. Y en este mundo diocesano en ebullición ahora con su relevo, ¿qué se va a encontrar el futuro obispo de San Sebastián?. "Encontrará una Iglesia que ha estado trabajando en una línea democrática y en la que no encajarían las estructuras piramidales en el más viejo estilo", afirma Ramón Balenziaga, del Secretariado Social de la diócesis, haciéndose eco de uno de los principales temores que planea sobre la actual estructura guipuzcoana.

Este seglar, que destaca el carácter "conciliador y abierto" de Uriarte, cree que el futuro obispo debería ser "alguien de Guipúzcoa porque aquí hay cantidad de curas obispables" y, naturalmente, que fuera elegido "entre los cristianos de base". Recuerda que al llegar Uriarte pidió su opinión a los sacerdotes para elegir a los vicarios, pero con la premisa de que "al final, la última palabra la tengo yo". Los vicarios finalmente nombrados fueron los más votados.

En todo caso, la prudencia se impone a la hora de emitir opiniones sobre cuál debe ser el perfil del sucesor en una diócesis conflictiva como es la de Guipúzcoa. Mientras hay quien desiste de facilitarla, el teólogo José Antonio Pagola reconoce que su mejor aportación, en estos momentos, es "mantener silencio".

El sociólogo Javier Elzo sí admite abiertamente que "es evidente que hay un intento de frenar el perfil nacionalista de los obispos" desde el Episcopado español, que es el que ejerce más presión sobre quien "decide a dedo" en Roma el nombramiento. Y añade que basta ver los últimos nombramientos que se han hecho recientemente -el donostiarra José Ignacio Munilla como opispo de Palencia y el guerniqués Mario Izeta como adjunto en la diócesis vizcaína- para constatar los nuevos tiempos que vienen. Elzo cree que un nombramiento en esta línea sería una "bofetada a todo lo que se ha hecho en estos treinta años".

Pero también hay opiniones en sentido contrario que apuntan hacia la necesidad de un cambio radical. "La era de los obispos nacionalistas se ha acabado", dicen recordando que el clero de Guipúzcoa ni siquiera ha sido capaz de hacer una declaración de condena y arrepentimiento hacia las víctimas del terrorismo como hace más de un año lo hicieron en Vizcaya 250 sacerdotes.

Miedo a la terapia de choque

"Pero, ¿qué pasa en el País Vasco para que no haya ni clases de religión, que sea el país más secularizado, y no haya sido un proceso paulatino sino un derrumbamiento en poco tiempo; qué clase de obispos hay ahí; qué línea pastoral se ha seguido?. Hay que tomar medidas drásticas", este es el diagnóstico de personas cualificadas que les lleva a concluir que en la Iglesia vasca hace falta un "tratamiento de choque" para hacer frente a la grave crisis religiosa que atribuyem, en buena medida, a los errores pastorales cometidos en los últimos años, según explica un experto. Se trata, efectivamente, de un diagnóstico que está presente y que podría orientar hacia ahí el cambio que se tiene que producir en Guipúzcoa.

La "terapia de choque" consistiría, principalmente, en el nombramiento del donostiarra José Ignacio Munilla, actual obispo de Palencia, al frente de la diócesis de San Sebastián. Siguiendo la estela marcada con la reciente designación del guerniqués Mario Izeta como auxiliar de Ricardo Blazquez en la diócesis de Bilbao. Este doble nombramiento en consonancia con la firmeza de la actual Conferencia Episcopal que dirige el cardenal Rouco Varela, ya representa un giro radical en la línea seguida hasta ahora y planea como una sombra sobre la diócesis guipuzcoana donde se teme que pueda llegarse a producir.

Aunque guipuzcoano, José Ignacio Munilla se ha formado en Toledo y su marcado perfil ideológico -"no es conservador, es reaccionario", afirman- choca de frente con los signos de identidad que han orientado a la compleja diócesis guipuzcoana. El que fuera hace poco tiempo párroco en Zumárraga donde organizó un vivo movimiento pastoral con jóvenes y pasó un año aprendiendo euskera en Lazkano, es temido, sobre todo, porque no se ha integrado en la iglesia guipuzcoana. Y aún más: "porque cree que su labor es adoctrinar, más que trasladar la experiencia de Dios a la vida. Su esquema de Iglesia es la que crea personas dependientes, no personas libres", se afirma.

Aunque resulte prácticamente imposible mantener la continuidad de la política pastoral seguida en estas tres décadas, desde Guipúzcoa al menos se pide que no se retroceda a esquemas antiguos. Así lo entiende el franciscano Iñaki Beristain cuando afirma que al futuro obispo le pediría que "conozca la diócesis por dentro y que asuma la novedad del Concilio que está sin desarrollar plenamente".

También hay muchos que confían en la prudencia que siempre ha caracterizado a la Iglesia para convencerse de que no se producirá una decisión demasiado drástica como la que tantos temen. Siempre hay terceras vías, soluciones intermedias mucho más medidas. Al fin y al cabo, un obispo tiene que ser "un principio de comunión de la Iglesia; es decir, una persona ecuánime, capaz de aunar diversas tendencias y no ser manzana de discordia", se afirma. En cualquier caso, la sucesión de Uriarte como pastor de Guipúzcoa es, además de complicada y sorprendente, apasionante.

Intermediario y trabajador por la paz

Juan María Uriarte cumplió el 7 de junio 75 años y ese día presentó en Roma su renuncia como prelado de la diócesis donostiarra. Nacido en Bilbao, este obispo con fama de buen y fino teólogo estudió en el Seminario de la capital vizcaina del cual llegó a ser Rector y, con tan sólo 43 años, fue nombrado por Pablo VI obispo auxiliar de Bilbao, en 1976.

Trasladado a Zamora en 1991, desempeñó cargos de relevancia en la Conferencia Episcopal española hasta su nombramiento como Obispo de Sebastián en enero de 2000, para sustituir a José María Setién.

Juan María Uriarte no ha ocultado su ideología nacionalista y ha sido un incansable trabajador por una paz dialogada. Fue intermediario entre el Gobierno del PP y ETA, y uno de sus colaboradores coadyuvó en el proceso con el PSOE, también fallido.

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