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Entrevista:ELISEO ALBERTO | Escritor | 75 años de la Feria del Libro de Madrid

"Yo me como mi país todos los días"

Juan Cruz

Eliseo Alberto (Cuba, 1951), novelista, periodista, hijo del poeta Eliseo Diego, ya sabe por qué Dios creó el mundo. Aquí lo cuenta, en una conversación en la que también explica que cada día se come su país, del que vive lejos, en el exilio mexicano.

En México escribió su última novela, El retablo del conde Eros (El Aleph), en la que sobresale la atmósfera de "la humana Habana" de 1957. El retablo... se suma a La eternidad por fin comienza un lunes (Anagrama) y Caracol Beach (Premio Alfaguara), entre otros libros que desprenden la atmósfera de este melancólico que ha aprendido a cocinar.

Pregunta. ¿Qué tal su ánimo?

Respuesta. Bien, ¿o tienes tiempo? No, bien; estoy contento con la novela.

"Dios creó el mundo para poder escuchar un día a Mozart"
"Cada mañana me asomo a la ventana e insulto a los dictadores"

P. ¿Y con la vida?

R. No me puedo quejar; acabo de terminar una telenovela, con sus dramas, sus mujeres malas, con sus secretos de familia. Podía estar mejor, claro, pero tengo la mejor hija del mundo, y he aprendido a cocinar.

P. ¿Qué cocina?

R. Cocina cubana. La patria es un plato de comida. Yo me como mi país todos los días. Sus frijolitos negros, su yuca con mojo, y una cosa que se come san Pedro en el cielo todos los domingos. Está comprobado: tamal en cazuela.

P. ¿Por qué come eso san Pedro?

R. Porque sabe... Porque tiene buen gusto, y porque ése es un plato que une a la familia.

P. ¿Y Dios, qué come?

R. ¿Dios qué comerá? Yo creo que come vegetales, comida sana. Si no, dudo que hubiera durado tanto. ¿Sabes que ya averigüé por qué Dios hizo este mundo?

P. ¿Por qué?

R. Porque era la única manera de realizar los sueños de su vida. Y para lograrlo se tuvo que dotar de mucha paciencia; dejó que se congelara y se descongelara la Tierra, que nacieran y murieran los dinosaurios, esperó a que el hombre dominara el fuego... Toda esa paciencia para esperar que llegara un día de 1788.

P. ¿Y qué pasó entonces?

R. ¿Y tú lo preguntas? En esa fecha Dios iba a escuchar a Mozart. Para eso hizo este mundo, para escuchar el Concierto número 40 de Mozart. Y cuando lo escuchó, se olvidó de nosotros. Él sabía muy bien que Mozart era mejor músico que él y tuvo que hacer este mundo para poderlo escuchar.

P. ¿Se olvidó también de Cuba?

R. Cuba es muy chiquita para las preocupaciones de Dios.

P. Pero es fascinante Cuba. En su libro aparece como un país con un alma fascinante.

R. Cuba es un plato de comida... Quién sabe. Las islas son un sitio donde alguien llega y de donde alguien se va, y para ambos acontecimientos hacemos una fiesta. El horizonte es el límite de nuestra casa. El Caribe, en todo caso, como decía Aimé Césaire, es una gran cagada, y nosotros formamos parte de sus chiflidos.

P. Cuba es grande.

R. Es el mojón mayor... Con la isla pasó una feliz coincidencia: llegaron unos españoles locos y unos negros que sólo querían bailar; y se dedicaron a follar y a vivir; somos gandules, siempre de fiesta.

P. Hasta que llegó el comandante y mandó parar.

R. "Se acabó la diversión". La gente creía que ahí había un símbolo. Pero era literal. Con Fidel se acabó la diversión. Y se acabó la diversión, fue verdad.

P. ¿Y qué come Fidel Castro, por cierto?

R. Te averiguo pronto. Voy a hacer un libro de cocina con uno que fue cocinero de Fidel... Yo creo que come exquisiteces. Fíjate, cuando estuvo preso en isla de Pinos escribió una carta donde explicaba que se había cocinado una langosta al aceite de coco... Si hoy los presos cubanos comieran langosta con aceite de coco... Él come bien.

P. ¿Y Raúl qué come?

R. Come en familia. Lo cual no es poca diferencia.

P. ¿Y abre el horizonte?

R. No. Mientras no se liberen los presos, mientras no se abran las puertas burocráticas a los cubanos, mientras no entre preso nadie por opinar distinto... no habrá horizontes de cambios...

P. Sobre su novela nueva sobrevuela el clima de Tres tristes tigres, de Cabrera Infante...

R. Son los mismos años, es la misma música, es la ciudad y la noche, y las mismas putas. La manera de contarlo es distinta; Guillermo era protagonista y testigo de su relato; yo no viví esa noche, ni disfruté de esas putas. Me acerco desde el punto de vista del propio Guillermo: leí los olores, los sabores, los colores... Y la pista me la dio Rafael Azcona, que en el bar esté (¡porque si Dios existe en el cielo tiene que tener un bar!). Azcona decía que a los sentimientos había que llegar por los sentidos. Palpar, oler, oír, paladear..., eso quise hacer en El retablo del conde Eros.

P. Usted es un tremendo melancólico, y aquí dice que la melancolía es una trampa.

R. No entiendo la melancolía como un sentimiento débil. Puede mover a grandes acciones. Cada mañana me asomo a la ventana, me desahogo insultando a los dictadores y luego bajo a la calle a preguntar qué se puede hacer. El conde de mi libro es mi héroe: dice que entre la espada y la pared hay que escoger la espada. Y con la espada combato, desde mi melancolía, frente a la soledad espantosa del mundo, acompañado de una tropa de amigos. Es decir, cuatro o cinco. Suficientes.

El escritor cubano Eliseo Alberto.
El escritor cubano Eliseo Alberto.ULY MARTÍN

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