Un cantante que hipnotiza
La descafeinada fórmula de las óperas en versión de concierto es un recurso cada día más utilizado por los teatros líricos, bien sea para acceder a títulos fuera del repertorio convencional, bien para buscar un hueco en las saturadas agendas de los divos, bien para abaratar costes de producción. El Real ha cogido al vuelo al tenor peruano Juan Diego Flórez y alrededor de él ha programado la versión francesa de Orfeo y Eurídice, de Gluck enmarcando la propuesta en el ciclo dedicado a Orfeo.
Ha estado habilidoso el coliseo de la plaza de Oriente al atrapar al cantante más deseado en este momento del planeta. Lo ha sacado además del repertorio rossiniano, donde es una referencia histórica, y lo ha situado en Gluck, en una ópera de extrema dificultad, en la que tiene que estar casi permanentemente en el escenario. Juan Diego Flórez ha lucido de principio a fin una línea de canto celestial, con un fraseo inmaculado y una belleza tímbrica prodigiosa. Hasta cierto punto transmite una sensación etérea de irrealidad que produce un efecto similar a la hipnosis. Por ello cuando baja a la realidad con la aparición de la tragedia y tiene que enfatizar los sentimientos en el aria J'ai perdu mon Eurydice el efecto dramático es irresistible porque en ningún momento pierde la dulzura, la belleza, la inteligencia del canto. Esos instantes de plenitud arrebatan. La perfección se toca. El canto se eleva a unos territorios estéticos inalcanzables y la ópera justifica su grandeza.
ORPHÉE ET EURYDICE
De Gluck. Ópera en versión de concierto. Versión de París de 1774. Con Juan Diego Flórez, Ainhoa Garmendia y Alessandra Marianelli. Coro y Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: Jesús López Cobos. Teatro Real, Madrid, 27 de mayo.
Estímulo
Salvó su papeleta Ainhoa Garmendia con oficio y temperamento. Se encontró a gusto como Eurídice, sacándole partido al personaje. Tener a su lado a Juan Diego le sirvió sin duda de estímulo. No desaprovechó su oportunidad. También cumplió sobradamente Alessandra Marianelli como Amor.
Jesús López Cobos coció todo el entramado orquestal a fuego lento y la música fluyó con naturalidad y sentido del orden. Tuvo en cuenta las exigencias de reivindicación de la palabra de Gluck frente al artificio que se expandía en las óperas de la época. Fue una dirección tranquila y detallista a la que orquesta y coro respondieron con solvencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.