Contra el apego y las adicciones
Algunas personas reingresan en la sociedad convencional tras un largo peregrinaje, pero la mochila que traen, si la llevan, es mucho más ligera. Juan Manzanera, de 50 años de edad, dirige una escuela de meditación en Madrid y ha publicado varios libros. Una crisis existencial le llevó a abandonar los estudios de ingeniero, hacer las maletas y convertirse en monje tibetano en la India y en el Tíbet. Tras 12 años, decidió volver.
Como monje, "noté que me faltaba algo, no resolvía algunos estados emocionales. Me había convertido en una persona distante, aislada, no tenía una serenidad auténtica". Manzanera cree que los orientales no crean meditaciones para resolver ciertos conflictos psicológicos occidentales, "no tienen los mismos problemas". Complementa la meditación con la formación en terapia Gestalt, "porque la meditación da una profundidad a la que no llega la psicología, pero se olvida de una parte a la que la psicología puede acceder".
Todos los métodos de meditación son válidos. Sentado o en movimiento, se trata de dejar fluir los pensamientos sin apegarse a ninguno. Y respirar profundamente. Una sesión puede durar horas o minutos. Manzanera propone meditar en la compasión, en la naturaleza de la mente, en la esencia de las emociones, para relacionarnos de forma más amorosa y bondadosa. "Así podemos vivir una espiritualidad en la vida cotidiana". Requiere mucha constancia y voluntad, "pero quienes meditan quieren encontrar un sentido a sus vidas, sin tener que abandonarlo todo. Es darse cuenta de que todo es pasajero, tener menos apegos y adicciones", añade.
Si se trata de reducir el estrés, Andrés Martín Asuero, ex directivo, biólogo y experto en el tema, propone la conciencia plena, un método que investiga en la Universidad de las Islas Baleares. Lo explica en un libro de reciente publicación: Con rumbo propio (Plataforma Editorial). Un indicador de que la meditación es relevante es la iniciativa para integrarla en un probable posgrado en espiritualidad, meditación y salud, en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la Universidad Complutense de Madrid, dice el catedrático en Psicología José María Prieto.
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