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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La hora municipal

Los alcaldes reclaman al Gobierno más dinero para los ayuntamientos. Les sobran razones

Las corporaciones locales representadas en la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), cuyo órgano de gobierno se reunió ayer en Madrid, reclaman una distribución más equitativa de los recursos públicos entre los tres niveles de la Administración. Y proponen que el Consejo de Política Fiscal y Financiera que negocia la reforma de la financiación autonómica incorpore a sus deliberaciones la decisión sobre el porcentaje de los ingresos del Estado y de las comunidades que serán transferidos directamente a las corporaciones locales, en lugar de depender de las negociaciones de cada comunidad con sus municipios.

Los ayuntamientos españoles carecen de la capacidad intimidatoria con que cuentan las autonomías a la hora de negociar con el poder central. Ese factor político explica que casi 30 años después de las primeras elecciones locales, los municipios (hay 8.112) sigan siendo la cenicienta a la hora del reparto de los dineros públicos. En los Estados federales, la Administración central controla como media el 43% de esos recursos, las entidades federadas el 30% y las corporaciones locales el 25%. En España, en 2004, las comunidades autónomas gestionaban el 33% de los recursos y los ayuntamientos el 12%. Esos porcentajes han podido variar algo, pero la proporción entre gasto autonómico y local se mantiene.

Muchas veces se ha planteado la necesidad de abordar ese problema, y otras tantas se ha aplazado con diversos pretextos. En 2002, Aznar lanzó la consigna de que, una vez culminada la transferencia de educación y sanidad a las comunidades, había llegado la hora de la "segunda descentralización": la de las comunidades hacia los municipios. Pero hubo otras urgencias antes de que el PP perdiera las elecciones; el socialista Jordi Sevilla dijo lo mismo cuando creyó encauzado el problema de las reformas estatutarias, pero fue sustituido antes de llegar a presentar su proyecto de nueva Ley de Régimen Local, que era el marco en que debían plantearse las cuestiones de financiación.

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Por ejemplo, la de la compensación estable por la desaparición del antiguo impuesto de actividades económicas, que proporcionaba el 20% de los ingresos municipales, o el de la financiación de las actividades asistenciales asumidas por los ayuntamientos (inmigración, vivienda, etcétera) sin tener competencias específicas sobre ellas, y que absorben según la FEMP el 30% del gasto local.

Un efecto colateral de esta situación es la utilización de las posibilidades abiertas por la Ley del Suelo de 1998 (que atribuyó a los municipios la capacidad para la recalificación de terrenos) como vía irregular de financiación: de los municipios, primero; de los partidos, después, y de los ediles mismos al final. Sobran razones para tomarse en serio el problema. El carácter transversal de las reclamaciones de la FEMP, con apoyo de PSOE, PP e IU, anula el pretexto de falta de consenso con que se archivó en 2006. Los alcaldes tienen razón.

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