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109 países negocian un tratado que limite las bombas de racimo

EE UU, Rusia y China no acuden a la convención de Dublín

Representantes de 109 países se reúnen desde ayer en Dublín para negociar un tratado que limite el uso de bombas de racimo, armas que antes del impacto desprenden decenas o centenares de submuniciones o pequeñas cargas explosivas sobre amplios radios de territorio. No participan en la convención irlandesa, que durará dos semanas, varios de los mayores productores mundiales de estas armas, como EE UU, Rusia, China, India e Israel.

El borrador sobre el que trabajan los delegados de los países presentes prevé la prohibición del uso, de la producción y del comercio de las bombas de racimo. Los stocks acumulados deberían ser destruidos en seis años. Los analistas consideran probable que se pueda alcanzar un acuerdo, aunque sobre unas bases menos estrictas.

"Yo opino que existen las condiciones para un acuerdo", observa en una conversación telefónica desde Washington Wade Boese, director de investigación de Arms Control Association, un influyente centro de estudios. "Pero las presiones de importantes países europeos, por ejemplo Reino Unido y Alemania, suavizarán previsiblemente su contenido, con la inclusión de excepciones y periodos de transición más amplios". Entre la treintena de países productores de bombas de racimo figuran muchos Estados europeos, España incluida.

Excepciones

"La importancia del proceso reside en la naturaleza de estas armas, de impacto muy elevado e indiscriminado", explica Jordi Armadans, director de la Fundació per la Pau. "Cada bomba puede llevar hasta 200 cargas que se distribuyen en un radio muy grande. Muchas de las cargas que se depositan en el terreno no explotan enseguida y se convierten en minas que cualquiera puede pisar tiempo después. Se trata, en definitiva, de armas con un gran impacto sobre la población civil".

Una de las excepciones que defienden varios países europeos concierne precisamente a bombas de racimo de nueva generación, que eliminan el efecto mina, al desactivar los proyectiles tras un determinado periodo de tiempo.

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Más allá de las matizaciones europeas, sobre el tratado pesa la oposición de los grandes productores. "Pero eso no significa que un acuerdo alcanzado en Dublín sin Estados Unidos, Rusia, China o India sea poco importante", explica Boese. "Para entenderlo es suficiente pensar en la influencia del tratado de Ottawa de 1997 sobre minas antipersonas, que tampoco fue ratificado por EE UU. Pero ejerció una notable influencia sobre Washington, hasta el punto de cambiar radicalmente su política sobre el uso de ese tipo de armas. Washington no ha firmado el tratado, pero de facto ya no usa esas minas".

Las bombas de racimo son de amplio uso en escenarios de guerra. "El Ejército israelí las utilizó en Líbano en 2006, el estadounidense lo hizo en Irak", asegura Boese.

El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, hizo un llamamiento a los delegados a ser "audaces". El domingo, el papa Benedicto XVI también pidió la prohibición del uso de las bombas de racimo.

Millones de cargas devastadoras

- Una treintena, de países producen bombas de racimo. España figura entre ellos.

- Vietnam y Laos, en el pasado, y Líbano e Irak, recientemente, son algunos de los teatros de guerra sobre

los que se han arrojado este tipo de explosivos.

- Cuatro millones de bombas de racimo fueron arrojadas sobre Líbano por el Ejército israelí en 2006, según la ONU. En Laos, en los años setenta, EE UU lanzó más de 200 millones.

- Entre un 10% y un 15% de los proyectiles desprendidos por la bomba madre no explotan al alcanzar el suelo. Eso los convierte en minas de facto. En Laos siguen muriendo personas por ello.

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