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Crítica:Nunca estuviste tan adorable | TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un griterío costumbrista

Miguel Ángel Villena

El arranque de Nunca estuviste tan adorable es una frenética sucesión de entradas y salidas de escena, gritos cruzados, abrir y cerrar de puertas y vaivén de muebles y objetos. En el marco de escenografías de los años cincuenta y setenta, los personajes ya no dejarán de gritar y de moverse compulsivamente durante las dos horas del espectáculo. Da la impresión de que Javier Daulte, autor y director de la obra, no ha encontrado mejor forma de reflejar la vida cotidiana de las generaciones de sus padres y abuelos en Buenos Aires que una mezcla de neorrealismo italiano, humor del absurdo y atmósfera de película de Luis García Berlanga. Eso sí, todo explicado con un volumen sonoro pasado de vueltas cuando, en realidad, los mejores momentos de esta crónica costumbrista del paso del tiempo aparecen en los susurros de los personajes, en algunos monólogos que revelan soledades profundas en medio de la multitud y del ruido.

Obra coral, pese a que el hilo conductor pasa por el personaje de una madre, Nunca estuviste tan adorable evoluciona desde una comedia agridulce que pretende suscitar más la sonrisa que la carcajada hasta un drama devastador rematado con un final un tanto postizo. En cualquier caso, el montaje no transmite emoción, no logra contagiar al espectador ese relato de un microcosmos familiar con sus miserias y sus cariños, sus rutinas y sus ingratitudes, sus sueños que devienen mentiras. Esta frialdad no es atribuible a los atractivos y logrados aspectos formales del montaje (escenografía, vestuario e iluminación), ni a la labor de los actores que oscila desde el listón alto de Anabel Alonso y Francesc Lucchetti hasta la simple corrección del resto del reparto.

El problema estriba, más bien, en que un ritmo tan acelerado, el vértigo de muchos gestos intrascendentes, no permite reposar los sentimientos. Así las cosas, un ensordecedor griterío costumbrista de patio de vecinos impide escuchar los latidos del paso del tiempo, del discurrir de la vida, que es, en el fondo, el argumento de esta obra.

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