La Croisette se rinde ante el 'efecto Angelina'
La actriz confirma su embarazo de mellizos
Angelina Jolie confirmó ayer que está embarazada de mellizos. Fue la primera respuesta a la primera pregunta de la rueda de prensa de Kung Fu Panda, última película animada de DreamWorks, que ayer se presentó en una sesión especial del Festival de Cannes. Jolie, Jack Black y Dustin Hoffman dan voz y (de alguna manera) vida a los personajes de una película que proclama que todos llevamos un héroe dentro y que hasta un panda gordo y torpe puede convertirse en imbatible karateca. Un mensaje "positivo" que a la Embajadora de Buena Voluntad le recuerda a su héroe de infancia: Dumbo. "Hay que defender la diferencia. Es la diferencia lo que nos hace únicos. Y a mí me gustaba Dumbo porque no era como los demás y tenía unas orejas enormes".
Jolie: "Hay que defender la diferencia, es lo que nos hace únicos"
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La bella y lista Jolie lidió con la avalancha de preguntas personales con una sonrisa de envidia: "Sí, Brad está con los niños". "Sí, tenemos un tutor vietnamita y otro camboyano". "Sí, me parece que es compatible mi ayuda humanitaria con un escaparate como Cannes. No, no me siento incómoda entre gente rica y poderosa, de los que siempre espero que sean tan generosos como yo lo intento ser" y "Sí, Brad me acompaña, pero ahora está con los niños". Toda una profesional del estrellato que el martes repetirá protagonismo con la película de Clint Eastwood Changeling. Ayer, por la alfombra roja del Grand Thèatre Lumière y del brazo de su compañero, fue imposible subir más la temperatura ambiental.
Si desde Hollywood aterrizaba con toda su maquinaria publicitaria Kung Fu Panda -un filme familiar y divertido, un tutti frutti de color y guiños cinéfilos, una animación tan real que uno casi cree que pasa la hora y media abrazado a sus esponjosos personajes- desde Israel llegaba Waltz with Bashir, documental animado o cómic reportaje que reconstruye a través de los testimonios de soldados israelíes la matanza de 3.000 palestinos en 1982 en Sabra y Chatila.
Ari Folman, su director, guionista y productor, cuenta la historia: "Pasé a la reserva del ejército con 40 años. Participé entonces en una especie de memorándum que preparaba el ejército con la experiencia de sus soldados retirados. Fue entonces cuando volví a pensar en la matanza de Sabra y Chatila... Empecé a hablar con amigos, ex compañeros soldados, y me contaron sus pesadillas. Teníamos sueños terribles, pero no recordábamos nada de la guerra de Líbano". Cuatro años de investigación y una decisión arriesgada: hacer un documental con aquel material, pero de animación. El hilo conductor sería un cineasta que busca a sus ex compañeros de batallón para entrevistarles y saber qué recuerdan ellos de la guerra. Pasado y presente, imágenes oníricas y una banda sonora espectacular: "Empezamos sin rumbo, aunque siempre quise que fuera un documental de dibujos, así que busqué a los ilustradores, sabía que los dibujos me iban a dar absoluta libertad a la hora de trabajar con algo tan escurridizo como la memoria y algo tan surrealista como la guerra".
Una película, dice Folman, que quiere dejar claro algo tan "prosaico" como que todas las guerras son inútiles. "Quería hablar de los soldados, de esos soldados que no saben a quién disparan, que sólo son peones y para los que nunca hay gloria ni glamour". Folman aclaró su punto de vista sobre la historia de la matanza y la responsabilidad de las milicias falangistas de Bashir Gemayel. Una periodista libanesa le felicitó por la película, pero le recordó que fue Israel quien armó e instruyó a dichas milicias. "Lo único que puedo decir de la guerra de Líbano", añadió, "es que éramos soldados que no sabíamos a quién disparábamos. En cualquier caso no es una película sobre la historia de la masacre, sino sobre la reconstrucción de la memoria. Todo el mundo dice que la película no gustará en Israel, pero somos una sociedad que admite la expresión artística y la autocrítica". La película pone la evocación al servicio de la memoria, y sólo, en el tramo final, utiliza un documento real para explicarse. Una decisión discutible pero que, según su director, es absolutamente "necesaria". "No tuve duda alguna. No puedo arriesgarme a que un solo espectador se vaya del cine pensando que sólo es una película de dibujos, que no era real".
El día se cerró con una película española que tendría que haber participado en 1968 pero que jamás se proyectó: Peppermint frappé, de Carlos Saura. Y con la figura de un gigante de la historia del cine, Claude Lanzmann, paseando por La Croisette y recordando con su sola presencia la vieja pregunta de si es posible representar artísticamente el horror sin traicionarlo.
Babelia
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