74 años en la grada del 8
'Nena' Bollaín, siete décadas en la plaza, da lecciones de toreo cada tarde
Hoy la encontrará en la localidad 53 o en la 54, primera fila, grada del 8, entre sol y sombra. Como siempre. Y eso significa 74 años. Con alta probabilidad, de los abonos más antiguos de Las Ventas lo tiene ella.
El cabello gris convenientemente cardado, quizá un elegante traje pantalón sobre un cuerpo esbelto, algo encorvado -son 85 años ya- y reflejos de zafiro en unos ojos vivos, pulcramente maquillados. Puede que unas molestias en la espalda le impidan mantenerse todo lo erguida que supo estar. Pero sólo hace falta un buen pase de pecho para que María Bollaín, o mejor, Nena Bollaín, se revuelva sobre su almohadilla. Habrá llegado la vieja punzada de la emoción. Y, ante la menuda estampa de Diego Urdiales, torero engrandecido -por estilo y naturalidad, piensa ella- frente a un morlaco de 650 kilos, dictaminará:
-Está en matador. Está en maestro.
Tres hombretones, sentados tras ella, le darán la razón. O dirán, en ese diálogo constante que vuela sobre el graderío:
-Tiene valor y cabeza.
Y ella:
-Y temple, mucho temple.
Nena, con autoridad.
Habrá llegado pronto (siempre en taxi, o en coche, con alguno de sus tres hijos o sus nueve nietos, hace años que murió su marido, un ingeniero que lo dejaba todo para estar a las siete en Las Ventas), tomará el ascensor, y se sentará en la localidad que tiene desde los 11 años, el sitio donde dice que se admira toda la plástica del toreo.
En la grada se reencuentra con esa luz especial, ese público que se levanta, comenta, abronca, y los toreros, que son tan interesantes y tan raros, tan humildes y tan artistas, dice ella. Pero prefiere los toros: "Sé cuándo un toro es manso o es bravo, pero no sé en qué consiste esa bravura". De familia de ganaderos de Colmenar Viejo, de joselitistas por parte de madre y belmontistas por parte de padre, hasta cuando era niña un toro de los que contemplaba los veranos poblaba sus pesadillas. Se estrenó con Manolo Bienvenida a los cinco años. Aún no había visto a Belmonte. Pero poco faltaba.
-Era de una verdad su toreo, de una profundidad, que sigue siendo un mito.
Tenía 12 años. Al día siguiente le pidieron una redacción las monjas. Y escribió una crítica. Entonces había toreo de capa, giraldillas, revoleras, toros bravos. Antes de que la fiesta se recortara. "Hoy es todo muleta, derechazo y natural".
Los que llegan a la grada, banqueros, médicos, ganaderos, vienen hoy abrigados. Le van dando la mano con una ligera reverencia. Son los aficionados del 8, "los más entendidos y equilibrados", dice Nena. Pero ella, más. Sabe si el toro será manso o cuándo hay que matar ya, para no estropear la faena. Ganas le dan de gritarlo, si no fuera porque, dice, es una señora.
Cuando se marcha, con el regalo de un par de buenas faenas inesperadas, las de Urdiales, el suplente, aún se vuelve.
Ese banderillero, que da escalofríos. La emoción.Las monjas le pidieron una redacción, y escribió sobre Belmonte
Babelia
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