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Columna
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Educación: ¿Quién nos falta?

Joan Subirats

En el informe Educación para todos de la Unesco, se plantean estrategias para incorporar al esfuerzo educativo al mayor porcentaje posible de ciudadanos. La palabra clave es calidad. Sin calidad educativa la equidad se vacía de contenido y se convierte en algo formal y retórico. En la declaración de Dakar se relaciona calidad con características de los estudiantes (motivados), con procesos (profesores competentes capaces de usar metodologías activas), contenidos (significativos) y sistemas de gestión (formas de gobernanza educativa que combinen capacidad de dirección y participación, y asignación de recursos equitativa). La propia Unesco reconoce que en su particular viaje sobre el concepto de calidad ha ido incorporando elementos formales e informales, evitando prácticas discriminatorias y reforzando la importancia de los entornos que facilitan el aprendizaje y que vean a la educación como un recurso comunitario estratégico.

Necesitamos reforzar el sistema educativo y preguntarnos quiénes faltan, facilitando acceso y continuidad

¿Cómo entender ese postulado de Educación para todos? En el informe mencionado, el organismo internacional apunta distintas tradiciones. La humanista da prioridad a los elementos de entorno, las especificidades de cada alumno, una visión del aprendizaje más como práctica social que como una tarea individual, y un papel del maestro más como facilitador que como instructor. En la tradición conductivista, la Unesco apunta a la significación de currículos bien establecidos por las autoridades competentes, con procesos e indicadores de evaluación bien establecidos de manera "objetiva", y con un papel esperado del profesor como el experto que dirige el aprendizaje y controla estímulos y respuestas. La visión crítica del asunto pone el acento en los asuntos de equidad en el acceso y en los impactos finales del proceso de aprendizaje, dando prioridad al hecho de que la educación no sea para reproducir desigualdades sociales y pautas de conocimiento que sólo sirvan a ciertos grupos y élites. En esta última perspectiva, la educación es percibida como una palanca de cambio social, mientras que los contenidos se entienden como vías para incentivar el análisis crítico de las relaciones de poder y los caminos por los que el conocimiento se produce y se transmite.

Me interesa reseñar el hecho de que el informe subraya la importancia de la educación de adultos, y la relevancia de saber incorporar la práctica y experiencia acumulada por los propios alumnos para estimular el cambio social y la agencia (o capacidad de actuación) de cada alumno. Por otro lado, y de manera consistente con la misión de cuidar la riqueza cultural del planeta, se enfatiza la importancia de saber recoger las tradiciones de cada espacio, de cada comunidad, apuntando a la riqueza potencial del enraizamiento local del proceso educativo, aprovechando las potencialidades educativas de cada sitio, a través de prácticas de aprendizaje formales y no formales. Por todo ello, entiendo que cualquier responsable del sistema educativo catalán (educación infantil, primaria, secundaria, adultos y universidad) debería preguntarse si todos los que podrían estar implicados en la experiencia educativa que promueve están o no presentes. Y si no es así, deberían trabajar para que los ausentes pudieran estarlo.

Como es evidente, lo que finalmente acabe haciendo un decisor político concreto en un sistema educativo específico, acabará dependiendo de qué opciones ideológicas se asumen, y su concreción en decisiones sustantivas y operativas. Si atendemos al Anteproyecto de Ley de Educación de Cataluña que se ha hecho público (que entiendo que modifica y mejora sustancialmente las bases publicadas anteriormente), se apunta a una concepción educativa que pone el énfasis en progreso individual y colectivo de los catalanes, para que se superen "los condicionamientos personales, sociales, económicos y culturales de partida... para superar las desigualdades". Como tantas veces ha reiterado el consejero Maragall, se trata de combinar los objetivos de "equidad y excelencia". Por todo ello, no puedo dejar de manifestar mi extrañeza ante la anunciada reconfiguración del sistema de bachillerato nocturno. Si primero se habló de suprimir tal oferta, ahora se habla de reducir drásticamente la misma, ofreciendo alternativas en el sistema virtual (Institut Obert de Catalunya) y en futuras flexibilidades del bachillerato diurno. Lo cierto es que la señal que se ha lanzado es preocupante. No voy a entrar a discutir las disfuncionalidades de la oferta actual del bachillerato nocturno (bajo número de alumnos, alto nivel de absentismo, baja tasa de eficacia terminal, deficiente cobertura del territorio...). Pero no parece muy acertado que desde las máximas autoridades educativas del país se lance una modificación tan sustancial del asunto, sin que los protagonistas del mismo (profesores, alumnos...) hayan tenido noticias desde hace años, ni buenas ni malas, por parte de los responsables de la política educativa. No me cansaré de repetir que la situación de los centros de educación de adultos en Cataluña requiere una urgente revitalización. Y no creo que nadie dude de que la franja de edad 16-18 años está especialmente desatendida, ya que en muchos casos ni puede seguir estudiando ni puede empezar a formarse laboralmente. Nos conviene a todos (seamos "humanistas", "conductivistas" o "críticos") mejorar las capacidades educativas de los adultos en Cataluña y ayudar a subir las tasas de población con niveles de educación posobligatoria. Y ello no se conseguirá sólo con facilitar el acceso a la enseñanza virtual, cuando el propio informe sobre educación de adultos del Consejo de Evaluación de Educación recoge la alta correlación entre personas mayores de 16 años sin estudios secundarios posobligatorios y un bajo acceso a Internet. Necesitamos repensar y reforzar el sistema educativo catalán y todos hemos de preguntarnos quiénes faltan, facilitando acceso y continuidad. Articulando bachillerato nocturno, formación profesional, formación continua y educación de adultos en un sistema flexible, sin rigideces y con múltiples posibilidades de entradas y salidas. Tenemos aún tiempo para corregir el rumbo.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB.

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