Israel, 60 años de conflicto
El nuevo escándalo de corrupción del primer ministro Olmert empaña el aniversario de la fundación del Estado hebreo
Desde que los primeros judíos se aventuraron, en 1860, más allá de las murallas de la ciudad vieja de Jerusalén, 22.437 soldados han perdido la vida y 1.634 civiles han fallecido en atentados terroristas. Fueron recordados el miércoles hasta las ocho de la tarde. Entonces, el duelo cedió el testigo a la jornada de júbilo que conmemora, según el calendario judío, la fundación de Israel en 1948.
Cientos de miles de personas -casi ninguna ultraortodoxa- se lanzaron a las plazas y calles para recordar la empresa sionista, participar en cientos de actividades y disfrutar de conciertos, fuegos artificiales, juegos de luz y sonido, desfiles militares y barbacoas en todos los parques del país. Un Estado que fue reconocido por Estados Unidos 11 minutos después de que David Ben Gurión declarara la independencia en Tel Aviv -el 14 de mayo- y que ha dado un vuelco total a sus principios fundacionales socialistas.
Los palestinos, mientras, rememoran la Naqba: la catástrofe. Más de 700.000 fueron expulsados de sus casas o huyeron a partir de aquel 15 de mayo. También se empeñan en que no pase inadvertida su tragedia y su miserable existencia bajo la ocupación israelí. Ayer, en Belén, una enorme llave -que simboliza el derecho al retorno a sus pueblos, borrados del mapa por los soldados judíos- fue trasladada de un campo de refugiados a otro. En el lugar donde se alzaban sus aldeas se fundaron los parques nacionales de Israel, donde ayer sus ciudadanos celebraban el 60º aniversario.
Los festejos en Israel, no obstante, han sido modestos. Miles de israelíes han firmado contra los excesivos gastos en un periodo de profunda frustración. Los notorios logros económicos y científicos de seis décadas no revierten en una población de 7,2 millones de habitantes que padecen tremendas desigualdades sociales. Y el desencanto con la clase política, acosada por escándalos de toda índole, se palpa. Al primer ministro, Ehud Olmert, se le amontonan las investigaciones policiales por corrupción. Ha sido la comidilla de los fastos.
Cuando sus peores pesadillas se desvanecían, difuminadas cuatro acusaciones por corrupción, y superado el demoledor informe de la comisión que investigó el nefasto desempeño del Gobierno en la guerra de Líbano, Olmert afronta en la mitad de su mandato un reto decisivo. La policía le interrogó el pasado viernes por otro presunto caso de corrupción y las voces que exigen su dimisión crecen. En su propio partido, Kadima, preparan la sucesión. Sería un escape para evitar unas elecciones anticipadas que supondrían el golpe de gracia a las negociaciones que Olmert mantiene con el presidente palestino, Mahmud Abbas.
Apenas han trascendido detalles de la investigación policial. Sólo algunos mandos policiales han asegurado que los indicios son muy consistentes. Pero el diario The New York Post ha revelado que un magnate estadounidense donó a Olmert elevadas sumas de dinero mientras era alcalde de Jerusalén, a mediados de los años noventa.
Seguramente, el jefe del Ejecutivo no ha dicho su última palabra. Es un superviviente que ha demostrado gran destreza a la hora de mantener el cargo. Pero los escándalos se acumulan. Y la oposición derechista, aupada en las encuestas, exige elecciones ya. En Kadima no es nada nuevo, sobran candidatos para reemplazarle: la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, es la más firme aspirante.
Olmert todavía puede optar por suspender sus funciones mientras perdure la investigación. Nada puede descartarse, pero la alternativa de elecciones anticipadas se antoja prematura. El laborismo -19 de los 64 escaños de la mayoría- tiene la sartén por el mango.
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