Humillación laboral
La degradación del ser humano en el entorno laboral, los asentimientos no ya cobardes sino simplemente ineludibles ante el que ocupa un escalón superior y las bajadas de pantalones por miedo a las represalias tienen un emblema cinematográfico en la figura del apocado C. C. Baxter de El apartamento. Su vida era una tragedia. Tan dramática que, para el resto de los mortales, se convertía en una comedia. Una comedia ante la que cualquiera se sentía identificado. Porque, ¿quién no ha sido un poco C. C. Baxter alguna vez en su vida? La mayoría de los protagonistas de Casual day, excelente debut en salas del español Max Lemcke -su primera película, Mundo fantástico, presente en diversos festivales internacionales, no llegó a estrenarse en cines-, son C. C. Baxter en potencia. Forman parte de la jungla del ultracapitalismo, la que ningunea a la base de la empresa mientras le da permiso para ir en vaqueros y jersey un día a la semana: los viernes, el casual day del título.
CASUAL DAY
Dirección: Max Lemcke.
Intérpretes: Juan Diego, Javier Ríos, Estíbaliz Gabilondo, Luis Tosar, Alberto San Juan, Carlos Kaniowsky.
Género: comedia. España, 2007.
Duración: 98 minutos.
Prima segunda de El método (Marcelo Piñeyro, 2005) y hermana pequeña de Smoking room (Gual y Wallovits, 2002), Casual day es un retrato coral sobre el desprecio privado y público tan descarnado como jocoso, interpretado por un magnífico grupo de cómicos, conjuntado como si de una compañía teatral se tratase. Una carnicería empresarial y humana escrita con precisión, sencillez y negrísimo sentido del humor. Los hermanos Pablo y Daniel Remón, guionistas también debutantes, han compuesto su libreto a través de sucesivas conversaciones entre los de arriba, los de abajo y los de en medio, donde el machismo, la impostura, la estupidez, el instinto de supervivencia, la voracidad y el conformismo casi siempre resultan vencedores frente a la honestidad, la justicia y el sentido del deber. Mientras, por medio de una luz tan gris y tenue como las existencias de sus protagonistas, Lemcke coloca su mirada a la altura de sus personajes, sin rebajarlos ni ensalzarlos, para que el espectador decida en qué lugar quiere colocarse a sí mismo. En la cúspide, en el hoyo o quizá a medio camino. Donde se es humillado pero también se puede humillar.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.