Un presidente crucial
Leopoldo Calvo-Sotelo supo encarnar el compromiso democrático que guió la transición
Con Leopoldo Calvo-Sotelo desaparece uno de los cinco presidentes del Gobierno que ha tenido España desde la recuperación de las libertades democráticas. Su compromiso con el régimen constitucional representa uno de los múltiples ejemplos, entre los herederos de uno y otro bando durante la Guerra Civil, de la voluntad de reconciliación que animó e hizo posible la transición. Perteneciente a una de las familias vinculadas a la reciente historia del país, desempeñó diversas responsabilidades políticas en el primer Gobierno de la Monarquía, bajo Arias-Navarro, y después en los gobiernos de la Unión de Centro Democrático, incluida la de vicepresidente para Asuntos Económicos.
Su llegada a la jefatura del Ejecutivo, en febrero de 1981, estuvo marcada por uno de los más graves episodios vividos desde el fin de la dictadura: la intentona golpista del 23-F, que se produjo, precisamente, durante la sesión de su investidura en la que solicitaba el respaldo del Congreso. Ya como presidente, comprendió la importancia de que el juicio sobre aquellos hechos se desarrollara bajo su mandato. La descomposición interna de la UCD hacía presagiar la próxima victoria electoral de los socialistas y, dada la dimensión del problema militar en aquellos años, la estabilidad e, incluso, la continuidad del sistema democrático podrían haberse visto afectadas si los golpistas hubieran comparecido ante los tribunales con Felipe González en el poder. Su decisión enviaba un claro mensaje a los poderosos sectores involucionistas del momento: el centro-derecha español estaba comprometido con la Constitución de 1978 y no consentía la intervención del Ejército en la vida política.
Pese a la brevedad de su mandato y a las dificultades políticas y económicas que tuvo que enfrentar, Calvo-Sotelo tomó decisiones cruciales en la modernización del país, como el ingreso en la OTAN y la Ley de Divorcio. La adhesión a la Alianza Atlántica fue ampliamente contestada en su momento, tanto por la opción internacional que suponía para España como por el procedimiento por el que se llevó a cabo. Con la perspectiva de un cuarto de siglo, es preciso reconocer que consiguió con esta decisión colocar al Ejército en la vía de la modernización y allanar algunas de las dificultades para el ingreso de España en la Comunidad Europea, antecedente de la actual Unión. La Ley de Divorcio, promovida por su ministro Fernández Ordóñez, fue otro gesto político cuya trascendencia conviene valorar de acuerdo con la situación del país en aquel momento.
Leopoldo Calvo-Sotelo fue un ex presidente discreto. Se mantuvo fiel a su opción política conservadora y apoyó a los gobiernos del Partido Popular. Pero sus contadas intervenciones públicas durante los años más duros de la crispación estuvieron siempre orientadas a defender su gestión, más que a alimentar la división. Como figura que participó en la transición y jefe de Gobierno en momentos difíciles, merece el reconocimiento y el tributo de todos los demócratas españoles.
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