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Reportaje:

Un monolito por la dignidad

Un homenaje recuerda a las víctimas del franquismo en Castellón

María Fabra

Piedra y bronce son los elementos utilizados para construir el monolito que desde ayer recuerda a las víctimas de la represión franquista en las comarcas de Castellón. De la piedra, como símbolo de fortaleza y de pervivencia al paso de los años, surge un busto de bronce, que encarna el rostro de sufrimiento y dolor de una mujer, no solo por las que murieron, sino también por las que se quedaron para contar esta parte de la historia y criar a muchos de los que ayer se reunieron en torno al símbolo. El Grup per la Recerca de la Memòria Històrica ha promovido este recuerdo, junto al cauce del Riu Sec, frente al cementerio, donde fueron fusilados cientos de personas. La Confederación del Júcar cedió el suelo y el Gobierno dio una subvención para el desarrollo del acto. El subdelegado del Gobierno en Castellón, Antoni Lorenzo dijo que el homenaje "no quiere abrir heridas, sino cerrar la de la indignidad".

"Tinc nostàlgia de futur", decía la camiseta de una de las alrededor de 300 personas que participaron en el homenaje. En primera fila, se sumaban cerca de 1.000 años, entre poco más de una docena de familiares de represaliados y fusilados. Públicamente se escucharon cinco testimonios de hijos, sobrinos y nietos de algunas de las víctimas. Pero había muchas más. "Un pueblo sin memoria es un pueblo sin alma", dijo Rubén Peris, nieto de un fusilado, antes de que Rosa Giró recordara, en una emotiva intervención, cómo echaban la cal sobre los cadáveres, en aquel mismo lugar. Vicente Asáiz dejó una foto de su padre, acompañada del número del juicio sumarísimo que acabó con su condena a muerte. "Yo tenía 5 años, lo llevaban esposado, lo subieron a un camión y no lo vi más", recordaba ayer. Poco después se enteraron de que había sido fusilado en el cauce del Riu Sec, a donde acudieron a recoger sus pertenencias: unas alpargatas, un colchón y un manta. "No recuerdo sus besos".

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