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Columna
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Asfixiados por las deudas

A nada menos que a 891 millones de euros asciende la cifra de ingresos que las cinco universidades públicas valencianas han dejado de percibir y que la Generalitat hubiera tenido que haber pagado a tenor del plan de financiación acordado en 2005. Una deuda descomunal que los entes académicos no pueden digerir sin graves dificultades para su desenvolvimiento diario, ejecución de planes y obras en desarrollo y proyección futura, tanto más cuando se ha de afrontar la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), que incluso requerirá recursos económicos adicionales. El cómo se tapa este agujero es ahora objeto de negociación entre los responsables docentes y los del Gobierno autonómico que, en principio, ha propuesto fraccionar el pago en "cómodos plazos" a lo largo de los próximos 14 años.

El volumen de las cuentas pendientes con la Universidad es escandaloso
Ante esta tesitura cabe preguntarse qué papel juega el Consejo Social

Cierto es que esta Administración nunca ha sido buena pagadora, pero tampoco la morosidad ni las cuentas pendientes con las universidades habían alcanzado este volumen escandaloso que ha trastocado sus tesorerías, abocándolas a una economía de sobrevivencia doblemente mortificante al contrastarla con los boatos y despilfarros que conlleva la política de grandes eventos a todas luces prioritaria en el programa del PP valenciano. Ante una tesitura como ésta resulta inevitable preguntarse qué papel juegan los Consejos Sociales y sus ilustres miembros, tan corteses, o qué opción queda a los equipos rectorales, además de reprimir sus cabreos ante la insolvencia del Gobierno. Pueden, eso sí, dimitir colectivamente, pero eso son palabras mayores y, a fuer de sensatos, hemos de admitir que tampoco solucionaría nada, pues ni afloraría más dinero en la devastada hacienda pública ni enmendaría el divorcio latente y antiguo entre la Generalitat y las aludidas universidades.

Este divorcio, precisamente, es el que en nuestra opinión está en la raíz del problema, de los referidos impagos, que difícilmente se producirían si entre las instituciones docentes públicas y el Consell hubiese una relación fluida y no digamos cálida, que al parecer se otorga en exclusividad a los chiringuitos que se describen como universidades privadas católicas. Cuestión de afinidades. A partir de esta misma falta de empatía se comprenden el desgajamiento traumático de la Universidad de Alicante para constituir la de Elche o la invención de la VIU, la llamada Universidad Internacional de Valencia, sin contar con las autoridades académicas o, hace tan sólo unos días, las agravantes declaraciones del secretario autonómico de Universidades, Emilio Barberá, acerca del que según él es un escaso rendimiento del personal docente en relación con las retribuciones que perciben.

No obstante, pelillos a la mar. Lo que ahora interesa es desatascar el problema y planificar la financiación sin recortes, ya que es impensable acelerar el pago de los atrasos. Para ello, las autoridades universitarias tienen en su mano dos bazas favorables: las necesidades apremiantes y su unidad de acción. El Gobierno, como es lógico, tratará por todos los medios de cuartear ese frente mediante la elemental táctica de prometer a cada cual lo que le convenga, negociando por separado. Es de suponer que los doctos rectores de los cinco campus no caigan en un exceso de pragmatismo para conquistar por separado una victoria pírrica y egoísta, de la que ya se ha percibido algún síntoma. Y otra baza es la movilización del estudiantado, que alguna lanza habría de romper en defensa de su institución, la universidad pública. Aunque eso exige estar informado y no en Babia.

Para acabar de redondear el conflicto con una hiriente paradoja, el consejero de Educación, Alejandro Font de Mora, se ha marcado un viaje a Santa Mónica, en los EE UU, para comprometer -según ha dicho- al arquitecto estrella Frank Gehry en el diseño de la sede de la Universidad Internacional que, de cuajar, será privada pero pagada con dinero público. Toma castaña. Por el momento no se ha concretado nada, más allá de explotar mediáticamente la noticia de un invento virtual que se sumará a ese universo de ficción que nutren los frustrados proyectos de Mundo Ilusión, Ciudad de las Lenguas, Ciudad de la Música y algún otro que tampoco ha llegado a ramos de bendecir porque, según la milonga oficial, el presidente Zapatero nos ha echado el mal de ojo y nos escatima los dineros.

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