¡Sombrerazo!
Sombrerazo, de entrada, para la terna. El Fundi, Padilla y Valverde son tres héroes de la tauromaquia y auténticas figuras, aunque no gocen del reconocimiento popular en una época en la que triunfan la ñoñería y los ridículos bailarines.
Honor y gloria para tres hombres que tienen el valor de enfrentarse a toros de verdad, impresionantes toracos, dificultosos, listísimos, aunque muy blandos y descastados, que exigen una fina atención y una preparación técnica encomiable para salir indemne. Toros difíciles que mantienen la atención del respetable, que asustan con la mirada y sorprenden por su cuajo y seriedad.
Así son los miuras; por eso, quizá por eso no los quieren ni en pintura las figuras de la modernidad, ésas que exigen infames novillotes para engañar a los muchos aplaudidores que abundan por las plazas.
Miura / El Fundi, Padilla, Valverde
Toros de Miura -el segundo, como sobrero-, excelentemente presentados, inválidos, descastados y deslucidos; el cuarto, segundo sobrero, de Conde de la Maza, manso y difícil.
El Fundi: ovación tras dos avisos y ovación.
Juan José Padilla: ovación en ambos.
Javier Valverde: oreja y silencio.
Plaza de la Maestranza. 13 de abril. Decimoctava y última corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
El reloj marcaba las ocho y veinte de la tarde cuando salió el cuarto -el festejo había comenzado a las seis y media-, sólo se había cortado una oreja, inmerecida por otra parte, pero se masticaba la tensión. Es lo que suele ocurrir cuando se encuentran toros y toreros como los de ayer.
No triunfó la legendaria ganadería ni los toreros alcanzaron triunfos apoteósicos, pero los tres demostraron ser diestros de raza, hechos a la antigua, henchidos de pundonor y arrojo, que protagonizaron una actuación de total entrega y admirable vergüenza torera.
Ése fue el caso de El Fundi, quien recibió a su primero con unas vistosas verónicas y se las vio con un miura que echaba la cara por las nubes, recortaba el viaje y tiraba gañafones de miedo. Quizá se equivocó el torero al iniciar la faena por alto y enseñarle al toro el camino inadecuado. Pero aguantó lo inaguantable y dejó constancia de su torería a pesar de que pasó un quinario para matarlo. Dificilísimo era el sobrero del Conde de la Maza, al que trasteó con inteligencia en el centro del ruedo, en un derroche de sapiencia taurina para sortear los derrotes de su oponente. Extraordinario este Fundi, que conmovió con su valor.
No le anduvo a la zaga Padilla, con quien banderilleó al alimón los dos primeros toros con solvencia y seguridad. Le tocó al jerezano un lote muy descastado, escaso recorrido y nula entrega en los engaños. A su primero lo dominó con precisión y sobrada técnica, y cumplió ante el inválido quinto, que pasaba con andares cansinos. Pero era un miura, de los que no admiten el más mínimo error. Ahí radicó el mérito de Padilla.
Finalmente, no mereció la oreja Valverde en su primero porque acabó de un feo bajonazo y eso no está bien. Se mostró, sin embargo, muy serio y templado con ese toro. Asentó las zapatillas, le presentó una muleta tersa y arrancó muletazos vistos por ambas manos. Inválido total era el sexto, que se negó a embestir.
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