Europa entra en la 'guerra de las galaxias'
Los jefes de Estado y de Gobierno de los 26 países de la OTAN respaldaron el pasado 3 de abril como un solo hombre el proyecto de escudo antimisiles de Estados Unidos. La medida, enterrada en el punto 37 de los 50 que integraban el larguísimo comunicado conjunto de los aliados, pasó casi desapercibida pese a ser una de las decisiones estratégicas más importantes de la historia de la Alianza.
El escudo consiste básicamente en la capacidad de destruir en el espacio un misil enemigo con otro misil bien sea en el momento de su lanzamiento, durante el vuelo o antes de impactar con el objetivo. Dicho más gráficamente, se trata de parar una bala con otra bala. Heredero lejano del proyecto de guerra de las galaxias que una vez soñó Reagan y de la quimera de la seguridad total, el escudo antimisiles es un desarrollo natural del fin del Tratado ABM, denunciado por el presidente Bush en mayo de 2001.
El escudo lleva la guerra al espacio, un nuevo campo de batalla en la historia de la humanidad
Aquel tratado, firmado en 1972 por Estados Unidos y la Unión Soviética, era la piedra angular de toda la arquitectura de seguridad de la guerra fría, resumida en la famosa frase Destrucción Mutua Asegurada (MAD, en sus siglas inglesas). Las dos potencias se comprometían a mantenerse vulnerables de forma que al país atacado aún le quedase capacidad de respuesta para destruir a su agresor. La paz descansaba sobre la certeza de que en una guerra nuclear nunca podría haber un vencedor.
Esa certeza, por loca (MAD) que fuese, dejará de existir en la realidad en unos pocos años con el desarrollo del escudo, que obedece a una lógica casi tan antigua como la historia de la guerra: el tamaño y forma del escudo determina a su vez el de las flechas. De ahí que muchos analistas estén convencidos de que el escudo antimisiles generará una carrera de armamentos por parte de aquellos Estados que quieran burlar la defensa espacial de Estados Unidos y sus aliados.
El escudo significa también llevar la guerra al espacio, entrar en un nuevo campo de batalla en la historia de la humanidad, como supuso a principios del siglo pasado el desarrollo de la aviación. Un nuevo territorio de competencia y rivalidad entre las naciones, en el que Washington ya ha dejado claro que no piensa tolerar ninguna de las dos cosas.
La decisión de la OTAN supone también la aceptación por parte de Europa, como se dice en el comunicado, de que pende sobre nuestras cabezas una amenaza de misiles balísticos que tiene nombres y apellidos: la República Islámica de Irán. Demasiadas implicaciones probablemente para figurar en la oscuridad del punto número 37.
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