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Crítica:Ópera
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La condición humana

Se rifan los grandes teatros a la soprano albanesa Inva Mula, desde la Scala de Milán a la Ópera Nacional de París, donde va a inaugurar la era pos-Mortier en septiembre de 2009 con el papel protagonista de Mireille, de Gounod, dirigida por Minkowski.

Su recital madrileño abarcó desde el belcantismo a la ópera romántica francesa, con resultados artísticos desiguales. No tuvo, en cualquier caso, la soprano su día más brillante, especialmente en el repertorio italiano. Posee Inva Mula un color vocal de sabor antiguo (son muchos los que ven en ella a la heredera de Renata Scotto), una personalidad teatral poderosa en su aparente dulzura y una gran capacidad de identificación con los personajes que acomete. En la primera parte de su actuación en el Teatro Real no acabó de levantar el vuelo, con una línea de canto sorprendentemente monótona y poco expresiva. ¿Qué estaba pasando? No lo sé pero es un mal síntoma que el recuerdo de noches cargadas de pasión vocal y comunicativa desplazase por momentos a la realidad que se estaba viviendo. Se podía pensar que Mula es una cantante de ópera más que de recital, pero no era suficiente. Desde Málaga a Bilbao ya había dejado constancia de su fuerza en recitales con piano. ¿Entonces? Misterios de la lírica o, simplemente, fragilidades de la condición humana.

INVA MULA

Arias y escenas de Bellini, Donizetti, Bizet, Massenet y Gounod. Sinfónica de Madrid. Director: Emmanuel Villaume. Ciclo Grandes Voces. Teatro Real, 9 de abril.

Alivio

En la ópera francesa Inva Mula se mostró infinitamente más centrada y resolvió con elegancia, estilo y fraseo de calidad las páginas de Manon, Thais, Mireille o Los pescadores de perlas. Fue un alivio. Incluso se acompañó con castañuelas en una peculiar y graciosa versión de Las hijas de Cádiz. Volvió a lucir esa pasión contenida, a que nos tiene acostumbrados, y esa manera particular de interiorizar amores y desdichas a través de la voz. El público correspondió a su entrega, aunque sin llegar al apasionamiento.

La Sinfónica de Madrid se mostró en exceso pachanguera con Emmanuel Villaume al mando, pero aún así sus versiones del Carnaval, de Sansón y Dalila, o de la Caza real y tormenta de Los troyanos resultaron aseadas y hasta simpáticas.

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