Mondragón
Las actitudes ante la moción de censura revelan los dilemas y contradicciones del PNV
Alguien que hace y dice lo que Joseba Egibar en relación con la moción de censura de Mondragón debería reconocer claramente que se equivocó y, a continuación, abandonar la política por propia vergüenza. Ni lo ha hecho ni su partido le ha invitado a ello, aunque sí ha rectificado la posición que en un primer momento pareció asumir: negarse a secundar la moción de censura contra la alcaldesa de ANV, que se ha negado a condenar el asesinato del ex concejal socialista Isaías Carrasco.
Ha sido una rectificación disimulada: proponiendo que antes de desalojar a ANV se le ofrezca la oportunidad de reprobar las amenazas de ETA en su último comunicado. Si no rechaza el atentado, carece de sentido pedirle que rechace la amenaza de repetirlo. Pero es una rectificación sobre el fondo, y lo que ahora corresponde no es tanto la exégesis de la prosa del compromiso como la exigencia de su cumplimiento sin dilaciones.
Sin embargo, las razones aducidas por Egibar no pueden echarse al olvido, y menos después de que las avalara la portavoz del Gobierno de Ibarretxe. Decir que la culpa es de los socialistas por haber autorizado la mitad de las listas de ANV revela una gran hipocresía cuando quien lo dice defendía que se legalizaran todas. Y argumentar que desplazar a ANV (siete concejales) con los votos de los otros 14 es una iniciativa que "no conduce a escenarios progresivos de normalización", trasluce una grave confusión sobre la anormalidad que supone la presencia de ETA.
Pero tras la ambigua posición inicial del PNV hay otra motivación implícita: la inconveniencia de que en un pueblo en el que el nacionalismo es muy mayoritario el alcalde sea un socialista. Aparte de que el 9-M el PSE tuvo más votos que PNV, EA y Aralar juntos, el argumento enlaza con la lógica frentista de Lizarra que el PNV oficial dice repudiar. Egibar ya cuenta en su currículo con aquella frase, en los días de Ermua, según la cual si "para dejar de ser ambiguo tengo que decir que soy español, seguiré siendo ambiguo", en la que se confunde oponerse a ETA y dejar de ser vasco.
Fue el primer lehendakari, José Antonio Aguirre, quien proclamó que antes que nacionalista se consideraba demócrata. Y fue consecuente con esa definición. Sus herederos vuelven a estar ante el dilema de Lizarra o la democracia.
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