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Crónica:SILLÓN DE OREJAS
Crónica
Texto informativo con interpretación

No hay dos sin tres (o cuatro)

Manuel Rodríguez Rivero

La Real Academia, la Iglesia y la Monarquía se me antojan instituciones encantadas de haberse conocido. Quizás porque se consideran perfectas (y probablemente lo sean, lo que no deja de ser terrible). Cada una a su modo velan por algo muy superior a ellas mismas: Idioma, Dios, Estado. Y, conscientes de la trascendencia de su misión, no toleran muy bien las intromisiones de quienes no estamos en el ajo. De manera que lo que sigue no es una crítica -García de la Concha me libre-, sino un desahogo. Miren: lo de Félix de Azúa no ha estado muy bonito. Y, atención, no digo en absoluto que me parezca mal que don José Luis Borau (felicidades), cineasta al que respeto, no merezca el sillón que antes ocupó Fernán-Gómez, sino que está feo que el señor De Azúa, cuyos méritos literarios venga Dios y los tenga, se viera en la desairada situación de tener que competir con otro candidato sobrevenido a última hora. En la RAE, como en los partidos monárquicos o en la Conferencia Episcopal, existen fobias y filias, camarillas e intereses encontrados. Y, a menudo, sus decisiones políticas o administrativas no tienen que ver con las personas afectadas, sino con terceros que no están a la vista: eligiendo a uno o eliminando a otro se puede premiar o castigar al embozado. Y yo tengo mi teoría, supongo que enferma (como casi todas las mías), acerca de lo sucedido. La candidatura del señor De Azúa no estaba firmada por don Francisco Rico (sino por los señores Cebrián, Goytisolo y Anson), pero no hace falta exhibir el cociente intelectual de Schopenhauer para sospechar que -cómo decirlo- al mencionado petrarquista (no he escrito "petardista"), partidario de una RAE vertebrada en torno a filólogos y literatos, no le hubiera desagradado que el candidato poeta, narrador, ensayista, columnista y profesor hubiera obtenido el escaño, perdón, el sillón B. Y tampoco es preciso razonar como Hercule Poirot para deducir que, desde el affaire del acróstico, el señor Rico -por cierto, personaje novelesco de Javier Marías, próximo académico- no es santo de la devoción de algunos de los próceres letrados, quizás porque a veces se ha mostrado excesivamente independiente (algunos lo llaman "impertinente"). Bueno, hay remedio: si el señor De Azúa se aviene, podría tener más oportunidades. Pero si, por una u otra razón, se quedara sin ser académico tengo la sensación de que todo el asunto se convertiría en otra de las célebres pifias que han venido jalonando algunas elecciones realacadémicas, y que tienen nombre propio. Por ejemplo: Ortega y Gasset, Lafuente Ferrari, Chacel, Benet, Caballero Bonald. Por cierto: en este comentario he incluido un acróstico señalando a los culpables. Claro que, con la edición y puesta en página del texto, mi treta puede haberse ido al traste.

En la RAE, como en los partidos monárquicos o en la Conferencia Episcopal, existen fobias y filias, camarillas e intereses

Confeti

Se nota que está al caer Sant Jordi, uno de esos "guateques bacanálicos compulsivos histéricos" (sic) del mundo del libro que no parecen gustar al novelista Rodrigo Fresán, según declara en el último número de la Revista de Erudición y Crítica (Castalia; director Pablo Jauralde). Lo noto no sólo por la avalancha de libros que llegan a mi casa en estos días (sobre todo a la hora de la siesta, mientras dormito con el llamado "culebrón de izquierdas" Amar en tiempos revueltos), sino porque cada vez que me paso por las librerías de mis amigos me los encuentro abriendo paquetes y colocando novedades en las mesas con una mano, mientras con la otra se dedican a devolver los invendidos al lugar del que vinieron. A los libros propiamente dichos y ya listos para su venta (o para regresar a los almacenes) se suma de un tiempo a esta parte una significativa cantidad de lo que las editoriales llaman "edición sin corregir" o "en pruebas": mamotretos de obras que se publicarán próximamente y que los sellos respectivos envían a críticos y libreros para que ejerzan el dudoso privilegio de leerlas antes que nadie. A este país le va de maravilla el dicho catalán de entre poc i massa, la mesura passa; en traducción libre, o no llegamos o nos pasamos tres apeaderos. Hace unos años era casi imposible que alguien te enviara con antelación pruebas legibles de un libro importante; y ahora casi no hay editor que no considere una cuestión de prestigio bombardearte con las uncorrected proofs de los libros -en su mayoría inanes- que constituyen sus máximas "apuestas". Como cada editor de ficción que se precie tiene dos o tres por trimestre, no vean lo que se amontona. Y para colmo están los "creativos" del departamento de mercadotecnia, siempre dispuestos a mostrar lo imaginativos y simpáticos que pueden llegar a ser. La última moda consiste en enviar las "apuestas" en vistosos sobres o paquetes que, al ser abiertos, dejan caer, cual cutrísima lluvia jupiterina, confeti suficiente para hacerte perder una hora jurando en arameo mientras pasas el aspirador por el lugar siniestrado. Ni qué decir tiene que, en mi caso, esos libros engrosan inmediatamente la pila que destino al liberador bookcrossing, uno de los grandes inventos del milenio.

Machadiana

De los nueve hermanos Machado Ruiz rastreados por el sabueso Ian Gibson, tres murieron antes de cumplir el año, y una -Cipriana-, antes de los quince. Luego, la Guerra Civil convirtió a los Machado, como a tantos otros, en una familia desmembrada y física e ideológicamente dividida. Antonio murió en Collioure. Manuel, el otro gran poeta de la tribu, se hizo partidario de los rebeldes de Burgos, cantó sus sables y hazañas y murió con amargura en 1947. Francisco, aunque republicano, volvió a España por intercesión de Manuel, ejerció como funcionario de prisiones y escribió algunos poemas -entre ellos un "canto a la raza"- muy de su época. Los otros dos, José y Joaquín, se exilaron en Chile, y allí trabajaron y vivieron hasta su muerte. José fue un buen pintor e ilustrador, y Joaquín, un periodista comprometido con el antifascismo. A los dos está dedicada fundamentalmente la exposición Los otros hermanos Machado, que se inaugurará en Soria el próximo día 10, dentro de las actividades programadas del Año Antonio Machado, que conmemora el centenario de la llegada del poeta a su ciudad de adopción, y cuya comisión ejecutiva está presidida por la incansable y entusiasta poeta Amalia Iglesias. La muestra, centrada en la obra de José -del que también se publicará la edición facsimilar de su libro de recuerdos (1940) Últimas soledades de Antonio Machado-, recoge valiosos documentos, cuadros y dibujos prestados por sus hijas. Un pretexto estupendo -junto con la exposición paralela Ayúdanos a recordar la Soria de Machado- para darse una vuelta por aquella ciudad en la que siguen resonando sus estremecidos versos: "¡Soria fría! La campana / de la Audiencia da la una. / Soria, ciudad castellana / ¡tan bella! bajo la luna".

Ilustración de Max.
Ilustración de Max.

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