Sargento Franco
El Ayuntamiento de Pelayos de la Presa (2.209 habitantes), regido por el PP con mayoría absoluta, abortó el viernes en un Pleno la moción del PSOE para cambiar de nombre a la plaza del Generalísimo. Piden que se llame plaza de la Constitución. Los populares votaron en contra y dejaron con dos palmos de narices a los socialistas y a la gente sensata en general. A estas alturas de la democracia, parece un desatino que la plaza del pueblo esté dedicada a uno de los mayores enemigos de la institución democrática en el siglo XX.
Cuando hace 30 años se empezó a expurgar el callejero franquista, el actor canario José Manuel Cervino tuvo una feliz ocurrencia que nadie puso en práctica. Cervino proponía que no se eliminara a Franco de las calles, plazas y avenidas, sino que se le rebajara de graduación: en vez de generalísimo, sargento a secas. En la misma onda estaba Tierno Galván cuando le pedían que quitara la estatua ecuestre de Franco de Nuevos Ministerios: susurraba que estaba bien para que la gente no se olvidara nunca de ese señor, y que cada cual le dijera lo que quisiera. Algo así como un espacio libre para despotricar a gusto.
Cuando hace unos años se retiró la estatua de marras, también hubo propuestas razonables de estilo netamente cerviniano que fueron desechadas. Una: que se quitara sólo al señor de arriba, pero que siguiera el caballo sin jinete marcando el camino del hipódromo. Otra: que se quitara sólo el caballo, pero que el señor siguiera montado en una cabra. No sería de extrañar que, habida cuenta del topónimo local y el talante de sus regidores, Pelayos de la Presa volviera a resucitar a los Flechas y Pelayos, rama infantil del Frente de Juventudes. A sus órdenes, mi sargento. Prietas las filas.
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