La huelga del campo provoca escasez de alimentos en las ciudades argentinas
La presidenta Cristina Fernández afronta la mayor protesta social desde 2001
"Es la última caja de huevos que ha entrado. En 48 horas no quedarán lácteos", advertía ayer Armando, el propietario de un supermercado de Buenos Aires que presentaba una afluencia de clientes mucho mayor de la habitual. La gente hacía acopio de productos, especialmente carne, leche y huevos, ante el desabastecimiento que ya se siente en la capital tras 14 días de huelga del sector agropecuario que, con bloqueos de carreteras por todo el país, impide la llegada de alimentos a los mercados centrales. Mientras aguardaban para pagar, los clientes tenían un solo tema de conversación. La histórica cacerolada contra la presidenta Cristina Fernández protagonizada por miles de argentinos la noche del martes por todo el país. La mayor protesta contra un Gobierno desde la catástrofe económica de 2001 que se saldó con cinco presidentes diferentes en una semana.
Y esta madrugada, hora peninsular, la protesta ha vuelto a repetirse tanto en la capital como en numerosas localidades del país. Convocados por SMS, miles de personas comenzaron a hace sonar sus instrumentos de cocina mientras los coches que transitaban por las avenidas hacían sonar sus bocinas. Justo cuando el ministro de Economía, Martín Lousteau, comparecía en televisión para asegurar que el Gobierno no variará su política económica.
El éxito de la protesta del martes sorprendió incluso a los mismos protagonistas. Fernández acababa de dirigirse a la nación por televisión para criticar duramente la postura del campo argentino que rechaza la enésima subida en las retenciones a la exportación impuesta por el Gobierno. Una política exprimida al máximo desde que el marido de la actual mandataria, Néstor Kirchner, llegara al poder en 2003. Con la última subida que eleva el impuesto al 45%, Fernández ha logrado unir como una piña a dos sectores históricamente enemigos: los cerca de 2.500 grandes productores agropecuarios -que consideran la subida un abuso- y los más de 75.000 pequeños productores, que tendrán que pagar igual que los que más tienen independientemente de su renta. La subida supondrá un ingreso extra de 2.000 millones de dólares (1.262 millones de euros) para las arcas del Estado.
El discurso de la presidenta no fue muy diferente al empleado por su marido durante su mandato en conflictos similares con diferentes gremios. Hubo descalificaciones a los huelguistas, referencias al pasado y críticas a la prensa. Sin embargo, apareció un matiz nuevo: una ironía rayana en la burla que terminó por soliviantar los ánimos ciudadanos. Apenas acabó la alocución miles de bonaerenses salieron con cacerolas para protestar contra la presidenta. Miles se concentraron en la Plaza Mayo en una imagen calcada de 2001. El coro fue secundado por todo el país: Rosario, Córdoba, Santa Fe, Tucumán.
Fernández, todavía en la Casa Rosada, no quiso dejar el edificio en helicóptero como hace habitualmente. Dos presidentes ya huyeron así. Salió en coche hacia la residencia oficial de Olivos, que también se encontraba rodeada por manifestantes.
Lo más grave estaba por llegar. Cerca de la medianoche la policía abandonaba la Plaza de Mayo y dejaba el campo libre para que los piqueteros oficialistas comandados por Luis D'Elía despejaran a golpes la concentración ciudadana. El propio D'Elía se lio a puñetazos con un manifestante. Y ayer advirtió que sus piqueteros siguen "en estado de alerta".
"Yo estoy con el campo", reza el cartel que Armando ha puesto en su tienda. "Hay muchos clientes que no son habituales", advierte el comerciante. A estos últimos no les deja llevarse más de tres botellas de leche. Mientras el Gobierno asegura que "no hay motivo" para cambiar su decisión, los argentinos llenan la despensa por lo que pueda pasar. Ya lo dice resignada una mujer con la cesta hasta los topes. "Este país cae en lo mismo cada diez años. Y ahora ya toca".
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