El Papa bautiza en el Vaticano a un converso crítico con el islam
El enfrentamiento entre ambas confesiones enrarece el diálogo interreligioso
El bautizo de Magdi Allam el sábado no fue uno más de los bautizos de adultos que el Papa realiza cada año durante la Vigilia Pascual. La relevancia del protagonista, subdirector del diario italiano Il Corriere della Sera y ex musulmán muy crítico con el islam, hace que el inusual gesto se lea como un mensaje, ya que las conversiones obstaculizan el diálogo interreligioso. Las iglesias cristianas se quejan de la falta de reciprocidad del islam (que condena con la muerte a quienes reniegan de él), y ambos recelan ante el proselitismo del otro.
Como Allam, decenas -tal vez cientos- de ex musulmanes viven con el temor a que un fanático les mate en aplicación literal de la condena a muerte por apostasía que establece la sharía (ley islámica). Faltos de legitimidad democrática, la mayoría de los gobernantes de países islámicos no se atreve a oponerse a ese precepto religioso incluso si sus leyes civiles, como en el caso de Egipto, recogen la libertad de religión. Para ellos, eso significa la libertad de otros para abrazar el islam, no al contrario. Sin llegar a ese extremo, el desequilibrio en resulta evidente.
La inauguración de la primera iglesia católica en Qatar en vísperas de la Semana Santa ha puesto de relieve lo delicado del asunto. En el entusiasmo del momento, el arzobispo Mounged el Hachem, enviado papal para Kuwait, Qatar, Bahrein, Yemen y Emiratos Árabes Unidos, anunció que el Vaticano también ha iniciado conversaciones para levantar un templo similar en Arabia Saudí, el único país de la región -y tal vez del mundo- que prohíbe la construcción de iglesias. De inmediato, un portavoz saudí echó un jarro de agua fría sobre tal posibilidad.
"He participado en varias reuniones dedicadas al diálogo islamo-cristiano y se ha hablado sobre ese asunto", admitió Anwar Ashiqi, presidente del Centro Saudí de Estudios Estratégicos, en declaraciones a la cadena de televisión Al Arabiya. "Las negociaciones oficiales para la construcción sólo podrán iniciarse cuando el Papa y todas las Iglesias cristianas reconozcan al profeta Mahoma", precisó.
La condición que menciona Ashiqi evidencia la falta de reciprocidad de la que se quejan los portavoces del Vaticano (y de otras Iglesias cristianas) en sus relaciones con el islam. Mientras que el dinero saudí puede financiar la mayor mezquita de Europa a orillas del Tíber, justo enfrente del Vaticano, Arabia Saudí aduce su condición de cuna del islam para no permitir en su suelo ninguna otra práctica religiosa, condenando a cientos de miles de inmigrantes cristianos al culto clandestino.
Lo mismo sucedía en Qatar hasta que hace siete años el jeque Hamad bin Jalifa al Zani autorizó a cinco Iglesias cristianas construir sus templos. El gesto, parte de los esfuerzos del gobernante para abrir su país al mundo y atraer turismo e inversiones, choca con la estricta versión wahabí del islam suní que siguen sus súbditos, quienes apenas suman 200.000 de los 900.000 habitantes del emirato. Algunos han pedido un referéndum. Y eso a pesar de que la iglesia recién inaugurada no exhibe cruces ni campanarios y está en medio del desierto, a una veintena de kilómetros de Doha, la capital.
Incluso en los países islámicos donde existen comunidades cristianas autóctonas como los coptos de Egipto, los caldeos de Irak o los armenios de Irán, la libertad de religión no está plenamente garantizada. Es cierto que en todos ellos los fieles disponen de lugares de culto y del derecho a practicar su religión. En el caso de Irán, hasta se les reservan dos representantes en el Parlamento, al igual que a otras minorías como judíos o zoroastrianos. En la práctica, no dejan de ser ciudadanos de segunda que nunca podrán alcanzar la jefatura del Estado o un cargo de responsabilidad en las Fuerzas Armadas.
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