"No es ningún juego. Esto durará hasta que pase algo grave"
Los trabajadores del servicio de emergencia de la M-30 protestan por las pésimas condiciones laborales
Apagan fuegos, excarcelan a gente atrapada en su vehículo y acuden raudos a rescatar a conductores que se quedan atrapados en alguna de las inundaciones que, de vez en cuando, sufren los túneles de la M-30 cuando cae una tromba de agua. Tienen que superar unas duras pruebas físicas, llevan cascos, trajes ignífugos, camiones con mangueras y reciben cursos de formación para situaciones de emergencia. ¿Qué son? ¿Bomberos? No. Peones de la construcción.
"No reponen los cascos, los vehículos no se reparan...", dice un empleado
Ésa es la situación contractual y el trato que dispensa Emesa a los empleados que contrató para cumplir con la directiva europea que obliga a los túneles de más de 500 metros a disponer de un servicio de emergencias. Dicha empresa resultó adjudicataria del contrato público del Ayuntamiento.
Y a tales efectos, Emesa realizó unas oposiciones privadas para contratar a 80 empleados. Los seleccionó y los ha ido preparando con duros cursos de formación a cargo de la empresa Fortem Integral (formación técnica en emergencias). Luego, el material y las condiciones laborales con que los ha dotado, ya son otro cantar. Y el sueldo: mileuristas puros y duros.
"Esto durará hasta el día que pase algo serio. No tenemos el material necesario. No reponen los cascos, los vehículos [sólo tienen cuatro] se averían y no los reparan... Esto no es ningún juego, y se lo toman así. Y durará hasta que pase una tragedia", denuncia uno de los empleados.
Las bases de las que disponen estos bomberos están en condiciones lamentables. "Pues ésta es un palacio", explica uno refiriéndose a la del paseo de Extremadura. Es una caseta prefabricada que ha sustituido a un barracón de obra en el que trabajaban hasta hace poco. Los sofás los han pagado ellos. "Es el único sitio donde podemos descansar". Los turnos son de 12 horas. Trabajan entre tres y cinco empleados en cada turno y en cada base (sólo hay tres en funcionamiento). Suena la alarma y cuatro salen disparados hacia el camión.
"Queremos que nos reconozcan como personal de emergencia, pero la empresa dice que no hay ningún riesgo en lo que hacemos", protestan. "Mira ahí", dice uno de ellos señalando el edificio del otro lado de la calle. En el mes de diciembre, una sala de fiestas situada enfrente de una de las bases ardió por completo. Acudieron al lugar y extinguieron el incendio. Cuando llegaron los bomberos ya estaba apagado. "Ellos nos felicitaron, pero nuestros jefes ni se han dirigido a nosotros todavía".
El material del que disponen también deja mucho que desear. En vez de arneses tienen cinturones de obra. "Así se ahorran el dinero que valen los de verdad", dicen. Algunos cascos y pantalones están quemados por las pruebas de entrenamiento. "Pues seguimos llevándolos, como si nada". En un par de ocasiones, los ladrones han intentado robar en los vehículos que tiene aparcados la unidad del paseo de Extremadura. La persiana de uno de los camiones sigue rota.
El Ayuntamiento alega que este cuerpo de emergencias no realiza funciones de bomberos. "Los que atienden a Calle 30 son los bomberos de Madrid. Ante una incidencia, se activa el procedimiento de servicios de emergencia normal", explica una portavoz de Movilidad. "Se concedió a Emesa ese servicio. El personal está formado específicamente para trabajar en esa infraestructura. La labor que hagan esas personas es responsabilidad de la empresa", insisten.
Este periódico trató sin éxito de localizar a un responsable de Emesa. Pero la última vez que EL PAÍS habló con su gerente, Santiago León, éste dijo: "Son agentes de primera intervención. Han recibido esa formación porque es la más parecida a la de un obrero".
"Nos hemos quejado mil veces", dicen los bomberos. Como no ha habido respuesta, el próximo 26 de marzo se manifiestan en Cibeles.
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