Política de salón
Coincidiendo con el 60º aniversario de la creación del Estado de Israel, el Salón del Libro que se celebra estos días en París decidió que éste fuera el país invitado de la actual edición. Cuatro países árabes -Argelia, Marruecos, Túnez y Líbano, no precisamente faros de la libertad- han decidido boicotear el evento, junto con algunos escritores, como Tariq Ramadán. Éste ha precisado que su actitud no reniega la existencia de Israel, pero sí se opone a "su política de ocupación y represión". No es el caso de otros boicoteadores, que rechazan contacto alguno con Israel. Claro es que también algunos escritores israelíes se han negado a asistir.
La noticia de estas ausencias se ha expresado en la prensa internacional como un "boicoteo árabe".
Por lamentable que sea el boicoteo, no deja de sorprender que tan sólo cuatro países entre los de la región, que sí han creído conveniente asistir, entre ellos los propios palestinos, obtengan el monopolio de la posición de los árabes. También resulta singular que los autores israelíes que no han querido estar presentes alegando las más diversas razones, desde su sentimiento de ser discriminados por no expresarse en hebreo hasta su rechazo a la política de Israel en los territorios ocupados, se conviertan, de pronto, en árabes. Si se generalizara esta politización de las ausencias, ningún acontecimiento cultural o de cualquier otra naturaleza que se celebrara a partir de ahora quedaría a salvo de ser saboteado. Pero no es el caso.
En realidad, todo lo que afecta a Israel cae en la más previsible politización. Lo más importante de un salón de este tipo es el diálogo que se establece entre creadores individuales y la oportunidad de exponer la cultura de cada cual. También hay autores palestinos que han decidido acudir con una "presencia crítica". Afortunadamente, su literatura escrita en Palestina, está presente en París.
Quizás el escritor libanés Charif Majdalani lo ha expresado mejor que otros al considerar que "no se ha comprendido que Israel se alimenta en parte de nuestra inexistencia en el panorama cultural internacional". Su boicoteo hubiera dejado un vacío que nadie hubiera llenado, sino la ignorancia de la cultura palestina.
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