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Crítica:LIBROS | Historia
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El fin de la esperanza

Llegaron cuando todos los demás se iban y tal vez por eso han quedado fuera de la habitual foto de corresponsales extranjeros en la guerra de España: no tuvieron ocasión de contar ninguna épica batalla ni de fotografiar ninguna de las ciudades en revolución. Todo estaba ya prácticamente consumado en el otoño de 1938, cuando la batalla del Ebro, iniciada en julio con una fulgurante ofensiva del ejército republicano, se acercaba a su desastroso final.

Ellos, Joseph Kessel, escritor y reportero, y Jean Moral, fotógrafo en la estela de Man Ray, vinieron metidos ya en el otoño. Y lo que vieron, fotografiaron y contaron no tenía nada que ver con los relatos y las imágenes de los primeros meses, del primer año de guerra. Nada que ver con Malraux y L'Espoir, nada que ver tampoco con Capa y su miliciano caído en combate con los brazos en cruz. Aunque la vida sigue y los teatros se llenan, la esperanza se esfuma y los milicianos sirven como disciplinados soldados de un ejército regular. Y eso fue lo que ellos retrataron: el cansancio, el dolor y el sufrimiento de las gentes perdidas en las grandes ciudades, en Barcelona, Madrid y Valencia, en las que todavía resistía la República española.

Kessel/Moral. Dos reporteros en la Guerra Civil española

Michel Lefebvre

Traducción de Glòria Roset Arissó

Inédita. Barcelona, 2008

191 páginas. 29 euros

Joseph Kessel y Jean Moral retrataron el cansancio, el dolor y el sufrimiento de las gentes perdidas en las grandes ciudades, en Barcelona, Madrid y Valencia, en las que todavía resistía la República española

Las primeras crónicas de Kessel para Paris-Soir y Paris Match, ilustradas por las fotografías de Moral, aparecieron a finales de noviembre de 1938 y lo que en ellas llama la atención es, ante todo, cierta decepción por no haber encontrado lo que buscaban en esa guerra interminable que "está ahí al lado". Como él mismo escribió en un texto hasta hoy inédito -y que Michel Lefebvre sitúa con razón entre sus dos visitas-, lo que esperaba ver era el movimiento apasionado, cruel, colorista y épico de una muchedumbre desenfrenada. Lo que encontró, sin embargo, fue ciudades sometidas al terror de los bombardeos aéreos, privadas de lo más necesario, largas colas a la espera de la llegada de alimentos a las tiendas, niños en la calle, viejos calentándose al sol, frío y hambre.

Sobre todo hambre, gentes que llevaban marcadas en sus rostros, apagados y macilentos, las privaciones de dos años y medio de guerra, madres que administraban a sus hijos un mendrugo de pan como único alimento para todo el día. Y ni una queja, ni un lamento ante el extranjero que se acercaba a echar un rato con ellas. Kessel quedó impresionado por la dignidad de aquellas madres y de los hombres que, sin nada que llevarse a la boca, miraban ansiosos el cigarrillo, pero no suplicaban por comida. No eran mendigos, eran obreros, trabajadores de todos los oficios, acostumbrados a ganarse su sueldo, no pedían, no suplicaban, sólo formaban grandes colas disciplinadas.

Esas duras condiciones de vida habían dado un aire nuevo a los resistentes en los que Kessel percibió, como ya le había ocurrido a Louis Fischer, una profunda transformación: comunistas, anarquistas, sindicalistas compartían las mismas trincheras y su desarraigo había acabado por "diluir los fanatismos y particularismos y había propiciado una cohesión pura y estrictamente nacional que no debería infravalorarse". Nueva "cohesión nacional" sobre la que Negrín sostuvo su política de resistencia y logró transformar en ejército la múltiple variedad de grupos y milicias. Negrín, con quien no pudieron entrevistarse, pero en quien Kessel veía todavía -¡en noviembre de 1938!- "la última oportunidad de salvación" de la República.

Luego, dos meses después, en febrero de 1939, acompañado por su hermano Georges, Kessel vuelve a España por mar, desde Toulon a Gandía. Barcelona había caído sin que el autodenominado ejército de ocupación tuviera que disparar ni un solo tiro. Ya no quedaban a la República, como grandes capitales, más que Valencia y Madrid. Ya nadie habla de salvación de la República. Los hombres, en Valencia, giran sus rostros en silencio hacia el mar, conscientes de que por tierra están rodeados. Y en Madrid, "ciudad desolada, hambrienta, habitada por un pueblo fantástico pero desgastado en su más profunda esencia por la amenaza visible e invisible", ya no hay lugar para ninguna esperanza, siquiera la de resistir. Ahora, la esperanza está muerta y lo que aguarda es el pelotón de ejecución: "¿No cree que nuestros tres jóvenes amigos tienen cara de fusilados?", le pregunta un interlocutor anónimo que en octubre del año anterior no dudaba de la victoria.

Kessel todavía se quedará en Madrid hasta principios de marzo, cuando ese mismo amigo le aconseja imperiosamente que se vaya: váyase y repita en Francia lo que acaba de oír. Suena igual que el desesperado llamamiento que Azaña, en las primeras semanas de guerra, trasmitió a otro francés, Jean-Richard Bloch: vaya y dígale al presidente del Consejo lo que acaba de ver, que ahí, en ese frente, se está defendiendo la República francesa. Dos años y medio después, Kessel oyó la misma llamada, pero ahora ya no se dirige a que Francia impida la ayuda alemana e italiana a los rebeldes; ahora sólo se espera que intervenga para "suavizar las represalias".

Es precisamente este momento de la guerra, el que va de la última resistencia de octubre de 1938 a la muerte de toda esperanza en febrero de 1939, lo que nos transmite, sin deslizarse ni un milímetro por la euforia romántica de los primeros reporteros ni la exaltación heroica de las primeras fotografías, este excepcional documento que no debe pasar como una más de las colecciones de lo que Claud Cockburn definió como "la guerra más fotogénica nunca vista", un paraíso para las Leicas y Rolleiflex. Con las azarosas coincidencias que han permitido reunir las fotos de Moral y las crónicas de Kessel, Michel Lefebvre ha realizado un espléndido trabajo que nos deja el último testimonio de unas ciudades que resistieron hasta agotar toda esperanza. -

Ciudadanos durmiendo en el metro de Barcelona en 1938. Fotografía de Jean Moral recogida en el libro 'Kessel / Moral. Dos reporteros en la Guerra Civil española', de Michel Lefebvre.
Ciudadanos durmiendo en el metro de Barcelona en 1938. Fotografía de Jean Moral recogida en el libro 'Kessel / Moral. Dos reporteros en la Guerra Civil española', de Michel Lefebvre.Jean Moral

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