‘El paracaidista’, de Ana Campoy: una historia pecuniaria de la guerra civil española
Una novela sobre cómo el conflicto bélico se convirtió en una máquina de transformación y trauma, al agrandar la brecha de estatus y posición económica entre los españoles
Ana Campoy (Madrid, 45 años) ha escrito El paracaidista, una novela estupenda, lírica y reflexiva. Sé que puede parecer una afirmación sencilla, pero, dado que apenas se ha hablado de ella o, al menos, yo no la he escuchado mentar mucho, que quede por escrito. Además, es importante comentar que ha roto con el peaje que la literatura española impone a las primeras veces, pese a que en el caso de Campoy no sea la primera vez como tal, puesto que tiene a sus espaldas más de una decena de libros infantiles. Y es que en España parece que el mercado editorial obligue a que las escritoras no puedan renunciar a escribir sobre sus educaciones sentimentales y que los autores tengan que situarse, del modo que sea, ante nuestra gran catástrofe del siglo pasado.
Campoy, en un ejercicio de distinguir lo esencial de lo accesorio, narra desde un trabajo con el lenguaje de interés una pequeña historia que transcurre en una población sin nombre, aunque sepamos que hay olivos, tras la guerra nacional. En ese lugar, las tumbas se llaman agujeros, ha habido dos suicidios, pero tan solo uno de los cuerpos se entierra en camposanto, los señoritos son los Cascas y las personas no tienen nombres propios, más allá de sus apodos (como Chico o la Barda) que se revelan ante la lectora como odios antiguos. El arrojo de la escritora a la hora de retratar aquel escenario, tan aterrador como tremendamente violento, nos hace pensar en algunas composiciones de la poeta Ángela Figuera Aymerich o en la tristeza que impulsó la redacción de Ana no, del almeriense Agustín Gómez Arcos. Con esto quiero decir que, si me hubiese leído este libro sin contexto alguno, pensaría que se trata de un manuscrito de autoría anónima (o no), encontrado en algún pueblito de la península, abandonado en un armario.
La novela de Campoy es sobresaliente al contar cómo el conflicto bélico se convirtió en una máquina de transformación y trauma, al agrandar la brecha de estatus y posición económica entre los españoles; sobre todo, entre los vencidos. Porque de pronto el tejido social se desintegró para establecerse un nuevo orden en el cual había un grupo de personas que decidían qué estaba bien y qué estaba mal: “El mejor modo de ganar. Quedarse con todo. Ganar para escribir las reglas”. También es un momento en el que surge una clase social que se desprende de la ideología del régimen franquista, la de las mujeres.
Durante su lectura, una se pregunta cómo se ha sido capaz de sobrevivir a tanto dolor y lo pertinente que resulta, en este tipo de narraciones asociadas al imaginario de la posguerra española, apostar por dar volumen a los momentos donde se traspasan ciertas líneas. No debe sernos tampoco ajena la importancia de representar el pasado desde las libretas que guardan nuestros familiares, así como las sogas que jamás se pudieron desentender de según qué cuellos. Ah, el título. El título quizá sea lo mejor del relato. El paracaidista es una figura que aparece puntualmente y de la que apenas nos acordamos hasta que no se asoma o hablan de él. Pero de su levedad, su gracia: es quien nos recuerda, como hizo Antoine de Saint-Exupéry en El principito, que todo libro termina donde arranca el viaje.
El paracaidista
Las Afueras, 2024
208 páginas. 16,95 euros
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