Destrucción de Gaza

Las operaciones contra Gaza comenzaron el miércoles y fueron cobrando intensidad hasta que sólo el sábado el Ejército israelí dio muerte a docenas de palestinos, muchos de ellos civiles y niños de corta edad, y el balance era ayer de más de 100 muertos y cientos de heridos. Anoche, Jerusalén prometía seguir luchando contra el terrorismo, es decir, contra el lanzamiento de cohetes que en poblaciones cercanas a Gaza han causado la muerte a 11 israelíes en los últimos siete años.

El Consejo de Seguridad, numerosos países europeos, España entre ellos, y Estados Unidos, han pedido ritualmente a Israel contención en su siempre copiosa administración de represalias, así como el fin de la violencia por ambas partes. Menos diplomáticas han sido las multitudes que en varios países árabes han tronado contra Israel, y también, notablemente, en Cisjordania, con amagos de protesta hasta en la Jerusalén árabe.

El presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbas, que reina pero apenas gobierna en Cisjordania -mientras que Hamás domina Gaza-, haciendo de tripas corazón tuvo ayer que suspender las conversaciones con Israel, con las que se da cumplimiento a los compromisos de Annapolis, según los cuales debería acordarse para fin de año la creación de un Estado palestino en los territorios que Israel evacue; esos contactos no llegarían ni a charada, si no fuera porque desafueros de sangre como éste excluyen toda comparación con extravagancias teatrales de ningún género. Y, en todo caso, la llegada esta semana de la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, a Israel dará lugar con la mayor certeza a la reanudación de las negociaciones.

Israel puede creer que machacando Gaza, aparte de que le dé a quien le dé elimina terroristas en potencia, acabe por provocar la caída de Hamás (pero ello parece harto improbable, porque Fatah, el partido de Abbas, es muy débil en la franja); y, también, conduzca al líder palestino a suspender, como ha hecho, las negociaciones y Jerusalén pueda culpar un día a los palestinos, si no ha habido acuerdo en diciembre. Y la AP, por su parte, porque su esperanza es que Estados Unidos, poco verosímilmente, intervenga para forzar un acuerdo justo. Con tan estériles planteamientos, sólo dolor y muerte caben augurar en Tierra Santa.